Convertirse en piloto de F3 por un día

El Circuito de Albacete acogió una jornada organizada por Goldcar y Campos Racing para sentir en carnes propias la velocidad de un monoplaza

ABC
Eduardo de Rivas

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Conducir a ras de suelo, sentir una velocidad que nunca volverás a alcanzar y liberar por un día a ese pequeño «Fernando Alonso frustrado» que alguno lleva dentro. Ese era el objetivo de Goldcar, que, de la mano del Campos Racing, organizó el 13 de junio una jornada especial en el Circuito de Albacete a la que ABC estuvo invitado. Y lo consiguió. Las siete curvas de derechas y ocho de izquierdas que componen los 3,54 kilómetros del trazado manchego sirvieron de escenario para sentarse al volante del Dallara 312, el mismo que compite en el Mundial de F3 , y sentir al máximo la potencia de su motor Toyota 3SGE de 245 CV.

Son pocos los primerizos que se atreven a circular a casi 200 km/h , pero siempre se deben conocer los peligros de un circuito, así que lo primero consistió en una charla de los ingenieros del Campos Racing y de Adrián Campos. Había que saber qué era el punto de contacto con la curva y, especialmente, cómo trazar las enlazadas para hacer una excursión por la tierra.

Una vez en la pista, la primera toma de contacto fue al volante de un Renault Clio Cup X98, de 230 CV , con el piloto de F3 Sebastián Fernández dando indicaciones. Más tarde se cambiaron las tornas y fue él el que pilotó un Radical SR8 RX de 405 CV a 240 km/h por el circuito albaceteño, una experiencia única de vivir en tus propias carnes lo rápido que es capaz de ir un piloto profesional.

En toda carrera detrás del coche siempre hay un equipo y cambiar los neumáticos en poco tiempo puede ser la diferencia entre ganar o quedar segundo. Uno recogía la rueda gastada, otro sacaba la tuerca con la pistola y un tercero se encargaba de colocar el neumático nuevo. Todo en menos de cinco segundos, un tiempo aceptable pero lejos del de los profesionales.

Y tras esto, el plato fuerte, al volante del F3, cuando se vive por completo la experiencia de sentirse piloto de verdad. La claustrofobia que da el monoplaza, que obliga a conducir casi tumbado, ayuda a ponerse en situación y el primer acelerón al salir de boxes hace que se libere toda la adrenalina . Es entonces cuando se disfruta de cada curva, de cada frenada y de cada metro del trazado imaginando que el Ferrari de Vettel te intenta pasar o que puedes alcanzar al Mercedes de Hamilton en la siguiente curva.

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