El corazón medieval de Madrid
La Plaza de la Paja, en La Latina, es un cruce de palacios y copeo
Donde el peatonaje de la zona, ahí en el siglo XVI, entregaba paja a los capellanes de la capilla del Obispo, para sus mulas numerosas, hoy se desperezan algunas terrazas de farde de Madrid, muy pululadas de valquirias de móvil, japonesas de relámpago, algún joven actor vecino, y la golfemia diurna o nocturna de la ciudad, que viene aquí a «latinear». Han pasado cinco siglos por estas piedras, entre una cosa, y la otra, y hoy te ponen un cubata las camareras de piercing mientras miras la fachada del Palacio de los Vargas, que tiene en vigor, aún, las piedras de su esqueletura seria, cuando esta Plaza de la Paja era un jaleo de mercancías, un mercadeo de colores, un zoco principal de la villa.
Porque hablamos de la Plaza de la Paja, médula de Madrid, durante la Edad Media, corazón medieval de La Latina, y de la ciudad entera. Vino a auparse de foco comercial, entre los siglos XII y XIV, y luego perdió podio, porque se construyó la Plaza del Arrabal, precedente de la Plaza Mayor actual, y hasta ahí se desvió el meneo del mercadeo de aquellos momentos. La Plaza de la Paja perdía su monarquía, en lo comercial, pero conservaba un cinturón de palacios que aún hoy se mantienen a medias, una copa concéntrica de casas de linaje, cuyas fachadas aprovechaba anteayer el turisteo para hacerse retratos y los de las series de la tele para ambientar los culebrones de época.
La Plaza de la Paja vive en una cuesta enfática, casi para atletas, y es un gozo para el Madrid de la movida, que no se acaba. Hay dos Plazas de la Paja, claro, aquella histórica, majestuosa de edificios de las principales familias nobiliarias de Madrid, con mercado, o sin mercado, y luego la Plaza de la Paja de hoy, un cruce de fachadas museales y breves restaurantes de cava, vegetarianos en su mayoría. Es un sitio de «obligada visita», que dicen los guías raudos, para quien prefiere los afanes culturales, y también para quien prefiere los azares del Madrid de la juerga, pero juerga de copa a primera hora nocturna, o bien a la hora de las cañas, que es casi cualquier hora.
Aparecidos y folclóricos
Ahora que viene el buen clima, la noche de las calles insólitas que aquí desembocan se avivan de magos rastafaris, músicos de ranchera sabiniana, tragasables de despiste y otras faunas del ocio de esquina, que aquí quedan entre aparecidos y folclóricos. Donde un día el peatonaje le ofrendaba la paja preceptiva a los capellanes, y al cabildo, de la Capilla del Obispo, para el sustento de las mulas, hoy las camareras de tatuaje te ponen un mojito en condiciones. De lo primero viene el nombre de esta plaza, Plaza de la Paja. De lo segundo, su prestigio del mejor «Madrid la nuit» a cualquier hora.
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