Dulce invitación al pecado en el Hotel Ritz
El establecimiento de lujo ofrece tardes de merienda a base de dulces, bebidas calientes y champán

Aviso a los golosos: a partir del próximo 3 de noviembre se puede «Pecar en el Ritz». ¿Cómo? A base de divertidas meriendas en su Jardín de Invierno, junto a la fuente de Diana cazadora. Todo un placer para los sentidos que, también, se puede acompañar con champán.
Los apasionados del dulce se van a encontrar con un escaparate de esos de no saber qué elegir. Colores, sabores y texturas distintas y variadas para llevarse al plato y al paladar. La selección del chef Jorge González incluye tartas artesanales, chocolates, galletas, muffin, bizcochos y mini pasteles. Para dar más alegría al plato, hay golosinas, gominolas y chucherías.
Los chefs reposteros y pasteleros del Ritz han tenido en cuenta los primeros registros de recetas dulces de Mesopotamia y el Antiguo Egipto donde, hace más de 7.000 años, ya se preparaban panes espolvoreados con ajonjolí. También han «viajado» a la Antigua Grecia, donde los nacimientos ya se celebraban con pasteles elaborados con harina, queso y aceite. Y han llegado hasta la conquista de la Península por los árabes, aquellos tiempos en los que se plantaron cítricos y almendros y que dieron lugar a postres tan exquisitos como el mazapán, el bakavá y los pasteles endulzados con miel.
Recorrido por la historia
El ambiente en el Jardín de Invierno, con música de fondo, es perfecto para estas veladas de tarde del hotel. Las mesas, perfectamente dispuestas mostrando vajilla y cubertería nobles y de lujo. El personal de sala, vestido de etiqueta. En el Ritz no han escatimado esfuerzos para el éxito de sus «pecados» vespertinos.
En un gran expositor central, cada cual opta. Es complicado. De las tartas, probarías todas. La de zanahoria, bien conseguida aunque demasiado dulce para algunos comensales. La de limón, muy suave, y la Sacher, contundente. Aunque la mejor conseguida resulta ser, por unanimidad, la de queso y frambuesa. Los niños se tiran como l ocos a los «donuts» , quizás porque les resultan más familiares, y a las galletas de colorines.
«Pecar en el Ritz» lleva su penitencia: 32 euros por persona. Incluye un bufet libre para los postres y dulces acompañados de una bebida caliente que bien puede ser café, té, chocolate u otras infusiones. Se ofrece champán pero hay que abonar otros 18 euros. Que les coja confesados.
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