La historia de la calle más triste de Madrid, junto al Vicente Calderón
En tiempos de Carlos III, la calle que cada domingo se colapsa de la alegría de la afición rojiblanca, no era más que una zona de cultivos y paseos arbolados
Cuando se entra por la glorieta de Pirámides al Paseo de los Melancólicos de Madrid hay dos colores que lo inundan todo: el rojo y el blanco. Calle de los atléticos durante mucho tiempo, es difícil no encontrar algún bar o negocio que no tenga que ver con la afición más abnegada de la ciudad.
Precisamente por eso alguno podrá pensar que la calle debe su nombre a las malas tardes que el equipo colchonero haya podido dar a su hinchada, pero nada más lejos de la realidad: este Paseo de los Melancólicos en tiempos de Carlos III no era más que una zona de cultivos y paseos arbolados. Con la llegada de la industrialización se reformó para acoger el ferrocarril que unió las estaciones de Príncipe Pío y Atocha, pasando por la antigua estación de Delicias o la estación Imperial, lo que empujó al barrio a la actividad industrial y a la construcción de viviendas de clase baja.
Siempre fue una zona muy solitaria y triste, lo que dio el origen del nombre al Paseo de los Melancólicos, puesto por los propios vecinos. Hoy en día, más allá de la actividad frebril que se desata los días que hay partido en el estadio Vicente Calderón, este paseo acoje una actividad muy tranquila de barrio, que transcurre entre el río Manzanares y el Paseo Imperial, desde cuyo incio puede verse, a lo lejos, la zona más turística y bulliciosa entre el Palacio Real y la Plaza de España.
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