«Nos exigen cuatro meses de fianza para alquilar una vivienda»

El 31 de agosto está a la vuelta de la esquina y el futuro de muchas de las familias afectadas por el derrumbe de Tetuán sigue siendo un enigma sin resolver . Tres días tienen para buscar la que será su casa a partir del próximo martes.

Alan, un vecino del edificio, se encuentra alojado junto su mujer y sus dos hijos, desde el 25 de agosto, en el hotel Di Carlo, en la calle Azucenas. Ya lleva tiempo mirando casas pero la búsqueda se está convirtiendo en una «absoluta pesadilla» . Cuando por fin parecía que habían encontrado donde formar una nueva vida se les planteó un gran problema: les pedían 4 meses de fianza . Alan, que trabaja en la hostelería, confiesa que no puede afrontar ese gasto económico. Por ello, su mujer y él se pusieron en contacto con el Ayuntamiento , ya que este prometió «que nadie se quedaría en la calle» y que ayudarían económicamente a todo el que lo necesitase, en la medida de lo posible.

Algunos de los vecinos, aunque en un principio se negaron a firmar el contrato propuesto por los propietarios -devolución de la fianza y estancia pagada en hotel hasta el 31 de agosto con la condición de renunciar al derecho de acudir al seguro-, finalmente han accedido . Por ello, en tres días, los dueños del edificio no tendrán que rendir cuentas a los que fueran sus inquilinos. El resto aún se resiste a llegar al acuerdo propuesto, por lo que se encuentran viviendo en casas de conocidos y familiares.

Actualmente los gastos de los residentes que accedieron a lo estipulado corren a cargo de los dueños, menos las comidas, de las que se encarga el Consistorio. En la calle Pamplona número 8, existe un Centro Municipal de Mayores , donde han permitido ir a comer «gratis» a todos los vecinos que así lo deseen. La factura, según informan fuentes municipales, «se pasa luego al Ayuntamiento».

Cuando se desplomó el edificio de la calle Amalia, 1, era de esperar que lo que ello depararía no sería bueno. Lo que no se imaginaban los vecinos es que la angustia se prolongaría tanto. Llegan a admitir «que no les deja conciliar el sueño». «No se lo desearía ni a mi peor enemigo» , admitió, afligido, uno de ellos.