indignaciÓn vecinal
«En cuanto pueda, me marcho de aquí»
Los vecinos de Virgen de Lluc, hartos, no saben qué hacer ni a quién recurrir para que echen de una vez a los «okupas»
«Ya se ha marchado alguna familia, harta de los problemas que generan los "okupas"». Así lo asegura Manuel (nombre ficticio), que afirma que están hartos.
Alude a una joven pareja de la calle de Virgen de Lluc que vivía de alquiler y estaba encantada con la zona, situada en Ciudad Lineal . «Tuvieron un hijo, comenzaron las molestias de nuestros particulares vecinos y optaron por irse de aquí. Yo también me lo planteo. Pienso en mudarme en cuanto pueda. Me quedan cuatro años para liquidar la hipoteca», asegura. Pero se pregunta: «¿Quién querrá alquilar mi casa en estas condiciones, con estas fantásticas vistas?», ironiza. Ni que decir tiene que el valor de su piso se ha devaluado .
Algunos propietarios han colgado ya el cartel de «Se vende », si bien, dada la degradación del inmueble «okupado», la suciedad y las molestias que ocasionan, la empresa se antoja difícil.
A todo ello se une la falta de intimidad de estos residentes. Si descorren las cortinas exponen toda su vida ante los «okupas», dada la estrechez de la calle, que les observan sin ningún tipo de pudor, con descaro. «Encima, algún gracioso ha llegado a escribir en un papel: "Dejad de mirar como f..." porque ni siquiera tienen visillos. Es inaudito». Añade que ahora, con el calor, muchas veces tiene que cerrar todas las ventanas y dormir con el aire acondicionado, «algo nada aconsejable, y menos aún para los niños pequeños, pero es la única manera que tienen de poder descansar».
«Hoy no trabajo, mañana ya veremos»
Como los «okupas» se dedican a vivir la vida y a beber se suben a la azotea de la finca por la noche. «La utilizan como si fuera la terraza de un bar, con música a toda pastilla. A veces he tenido que usar una linterna para hacerles señales con el fin de que dejaran de molestar. Es la única manera de llamar su atención porque es imposible hacerse oír», explica. Otros residentes afirman que, en ocasiones, alguno de los «squatters» han colgado en las ventanas carteles con mensajes como este: «Hoy no trabajo, mañana ya veremos», indica María (nombre ficticio).
En la cercana plaza de la Reverencia , varios asiduos comentan que los okupas beben en los bancos y molestan a los hosteleros y a los clientes de las terrazas. Además, llevan a los perros sueltos . «Me hierve la sangre cuando recuerdo a María José, una vecina que fue desahuciada en esta calle en 2011 con un hijo dependiente y otra en paro tras ser abandonada por su marido. No pudo hacer frente a los 150.000 euros que debía».