Los «okupas» agresivos del «Johnny»

«¡Fuera! ¿Quién os ha dado permiso para entrar aquí? », nos gritaba, en tono amenazante, uno de los «okupas» del «Johnny». «¿Permiso?», le respondimos con cara de póker. «Sí, permiso. Esta es mi casa. No lo quiero repetir: fuera inmediatamente o tendréis problemas», insistía subiendo el tono de voz. Y, además, sin dejar de grabarnos desde que aparecimos por la puerta principal.

No pintaba bien. Desde el minuto uno. El «okupa» no atendía a razones. Seguía grabándonos con su móvil de media-alta gama. Pedía, incluso, nuestra identificación. «Tranquilo. Venimos para conocer vuestros problemas porque entendemos que no se opta por vivir así por gusto» , insistimos. La palabra «okupa» estaba vetada en nuestra mente y en nuestros labios para no calentar más el ambiente.

Ni por esas. Poco a poco, fueron apareciendo más «okupas». Y más violentos . Una de las chicas se puso muy nerviosa y amagó con la agresión. Imposible hablar con ella. De origen latino, sus ademanes cada vez se volvían más violentos. «A la puta calle. Y tú, guarda la cámara o te la destrozo aquí mismo», fue lo más suave que salía de su boca.

Un joven marroquí, mucho más templado, explicaba: « Aquí hay de todo. Por lo general, gente que no tiene otro sitio donde ir. Yo, por ejemplo, trabajaba en una pastelería pero me despidieron. No tengo papeles y me resulta difícil encontrar empleo». Lo contaba mientras, escoba en mano, limpiaba los restos de comida del pasillo.

Los hay que interpretan que la Constitución española protege el derecho «inviolable» del «domicilio», aunque sea «okupado». Y lo estábamos allanando. A empujones nos llevaron hasta la salida cuatro o cinco «okupas». Había más en alerta, por si acaso.