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Patio Maravillas: los okupas ya deterioran el edificio de Capriles

Han pintado grafitis, instalado un bar, esparcido colchones y utilizan la finca como si de una carpintería se tratara

Patio Maravillas: los okupas ya deterioran el edificio de Capriles abc

s. l.

El Patio Maravillas está celebrando su particular aniversario. Cumple ocho años como uno de los principales focos okupas de Madrid, y lo hace, además, en su nueva sede, ubicada en la calle del Divino Pastor, 9, también en Malasaña. Usurparon el inmueble, de cuatro pisos más planta baja dos días antes de la toma de posesión de Manuela Carmena como alcaldesa. Ni la fecha (confían en que este Gobierno municipal les sea «favorable» a sus reivindicaciones) , ni el lugar (el edificio es propiedad de un fondo venezolano con inversión de la familia del opositor Henrique Capriles) son arbitrarios. Tampoco la premura con la que los nuevos «inquilinos» están haciendo y deshaciendo a su antojo en el interior.

ABC pasó la tarde y parte de la noche en el nuevo Patio Maravillas, aprovechando que se celebraban unas «jornadas de puertas abiertas». Este periódico pudo ser testigo de cómo el lugar, con una superficie de 2.000 metros cuadrados, se ha convertido en el epicentro del movimiento «squatter» tras la llegada del 15-M a las instituciones. No ha pasado ni un mes desde la forzada mudanza (aquel 11 de junio, a primera hora de la mañana, los okupas fueron desalojados del anterior Patio Maravillas, en la cercana calle del Pez), pero llama la atención su «metamorfosis»: uno de los usurpadores adorna la fachada con un «graffiti» enorme que invade al completo toda la entrada.

La pintada es una de una colorida muñeca, con el puño cerrado, cuyos colores predominantes son el amarillo, el azul y el magenta. Por encima, un aluvión de pancartas antisistema coronan el portal: «Estás en espacio feminista. Cualquier actitud sexista tendrá consecuencias inmediatas», «Siempre con Patio Maravillas»... y algo parecido a un lema: «Milonga Antifascista del Hondo Bajo Fondo» junto a la efigie de un anciano con un presumible estilo «punk», que acompaña a la bandera del Orgullo Gay.

«Botella se va»

Una vez en sus entrañas, varios elementos indican que una reforma está en marcha. Carteles anunciando actividades culturales o formativas, varias bicicletas (el medio de transporte estrella del colectivo) aparcadas junto a cubos de pintura, brochas y objetos de limpieza. Una «kafeta» al final del pasillo, no para de servir cervezas a los visitantes. Es el primer servicio que se puso en marcha en la nueva casa okupa. Antes de llegar a una puerta que da acceso al patio, donde varios jóvenes están inmersos en labores de carpintería, otras pancartas «rebeldes» dejan clara su filosofía: «Espacio en libertad», «El Patio Maravillas se queda. Botella se va» o «Nos quieren en soledad. Nos tendrán en común».

Los pasillos de las cuatro alturas son un tanto fantasmagóricos. No programaron iluminar los pisos superiores durante la celebración de este evento; sin embargo, una gran cantidad de colchones, sacos de dormir o mochilas, entre otros muchos objetos personales, dan constancia de la presencia permanente de los nuevos inquilinos, quienes han acampado por una larga temporada y pernoctan allí a coste cero.

Uno de ellos asegura que la Policía no ha vuelto a hacer acto de presencia desde el día de su «okupación». Si el guion previsto sigue su curso, este conflicto se resolverá en los tribunales; hasta entonces, permanecerán atrincherados en aquel lugar, afirman:«Nos quedaremos hasta que el juez nos eche. Confiamos en que el Gobierno de Carmena nos favorezca, como han prometido».

Carteles de «Bukaneros»

También, disponen de un ascensor que no funciona. Sorprende, además, el estado del rellano, cuyas paredes parecen estar recién pintadas. Eso sí, hay pegatinas radicales, como las del ala dura de los «Bukaneros» , los ultras del Rayo Vallecano, que tampoco faltan en esta liturgia ultraizquierdista.

Tanto simpatizantes de los usurpadores como curiosos visitantes peregrinaron hasta su nueva «adquisición» durante las tres horas de puertas abiertas, entre cerveza y cerveza.

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