La canasta como única frontera
Alcobendas acoge este fin de semana la VIII edición del Mundialito de la Integración, con representación de doce países
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Sobre el parqué, ante una canasta, la consideración sobre géneros se iguala, las fronteras se difuminan y las culturas se aproximan. Es la esencia de un deporte con origen callejero y cuyas premisas convergen en el Mundialito de la Integración de baloncesto, un torneo que alcanza su octava edición y que este fin de semana se disputa en Alcobendas. En él, doce equipos, en representación de doce países, se miden en una competición que no consideran como tal, pues el «buen rollo» y una atmósfera de «hermandad» priman sobre cualquier rivalidad.
Inmigrantes en España de República Dominicana, Suecia, Polonia, Bolivia, Estados Unidos, Uruguay, Venezuela, Ecuador, Marruecos, Filipinas, China y Argentina compartirán cancha y dedicación con el objetivo de facilitar su integración y convertirse en un ejemplo para las nuevas generaciones. Entre risas y algún lanzamiento al aro, ABC reúne a tres participantes para intercambiar las impresiones sobre un torneo que elevan como una referencia. Julio César Vargas, entrenador del combinado de República Dominicana destaca que todos son «como una gran familia», y que la idea es «compartir y ser un referente para las nuevas generaciones de inmigrantes en España».
Destacada la «amistad y hermandad» naturalizada y extendida entre los equipos, el resultado, avanza Vargas, es algo secundario, aunque cabe cierto orgullo cuando recuerda que su país acumula seis victorias en las ediciones anteriores, con una única derrota ante Marruecos. Posterior al encuentro, sus jugadores disputarán un amistoso con Argentina, que estará secundado por cervezas y bromas. «Es fantástico y le doy un 10 sobre 10», sentencia.
Participación femenina
En un nuevo paso en su propósito, la presente edición tendrá por primera vez participación femenina , con Bolivia y el propio país caribeño como avanzadillas en este caso. Dairys Marcano, jugadora de República Dominicana , señala con alegría el «honor» que supone para ella y sus compañeras participar en representación de una región donde el voleybol y el béisbol ocupan un lugar predominante. Sin embargo, su consideración no atiende al ámbito deportivo, sino al significado inherente al torneo. «Hay que aplaudir, alabar y apoyar estas iniciativas; es muy bonito porque en la cancha no hay colores».
Marcano comparte valoración con Fernando Igor, veterano jugador de Bolivia que sólo «lamenta» que se haga una vez al año. La hermandad, sostiene, «es muy positiva»; con un apego especial con República Dominicana, quien brinda una ayuda que es negada sistemáticamente por su propio país , de quien dice no recibir ninguna prestación en este sentido. Igor destaca igualmente que este año entren a la cancha mujeres y niños. «Es muy importante». En el caso de los niños, participan en el torneo en formato mixto, con representación de las selecciones adultas.
«No hay otro fin que el de fomentar la amistad y facilitar la integración de los inmigrantes», explica Prince, un joven senegalés encargado de la organización, en la que también participa el club Palestra Atenea y la Federación Española de Baloncesto (FEB) , que cuenta con el apoyo del Consejo Superior de Deportes (CSD) a través de su Fundación Deporte Joven. En definitiva, un crisol de culturas y razas que en torno a una pelota de baloncesto alcanzan un fin, acaso complicado en el escenario actual.
En tales términos, José Luis Sáez, presidente de la FEB, reconoce al evento como «una herramienta de mejora e integración social», al tiempo que su homólogo en el CSD, Miguel Cardenal, hace lo propio en su ponderación sobre un Mundialito que, según ha indicado,«siempre contarán con el apoyo del CSD y la Fundación Deporte Joven».
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