crónica negra de madrid

La historia de «El Legionario», un hombre que sació sus fracasos con varios crímenes

El Mesón «El Lobo Feroz» pasó a la historia de Madrid tras convertirse en el «cementerio» de «El Legionario», mote con el que se conocía a Santiago San José Pardo, un asesino en serie

La historia de «El Legionario», un hombre que sació sus fracasos con varios crímenes JOSÉ Sánchez Martínez

cristian quimbiulco

Una oleada de crímenes sacudió al Madrid de los años ochenta y noventa. ¿Su protagonista? «El Legionario», como se conocía a Santiago San José Pardo, tras pasar una temporada por La Legión, quien sació los fracasos de su vida personal con una serie de crímenes atroces que cometió en El Mesón «El Lobo Feroz».

Santiago, que mantuvo una relación problemática con sus progenitores, tras hacer la mili se alistó en La Legión para encaminar su vida. Sin embargo, su paso fue temporal pues la dureza del Tercio acabó por superarle y le llevó a forzar su expulsión del cuerpo. A su pesar, sin embargo, el mote «El Legionario» le acompañaría durante toda su vida.

Su fama de problemático y su adicción al alcohol tampoco le facilitaron el camino. Corría 1987, cuando nuestro protagonista -madrileño, de 31 años- regentaba el mesón, restaurante ubicado en el número nueve de la calle Lucientes -cerca del Mercado de la Cebada-. Era una tarde calurosa de agosto, cuando cerró temprano el local con el único propósito de satisfacer su deseo sexual.

«El Lobo» se dirigió directamente a la calle de la Cruz con el fin de contratar los servicios Mari Luz Valera Alonso, una prostituta de 22 años y madre de dos hijos. Rápidamente, acudieron a su mesón, aunque no llegaron a consumar el acto debido a los problemas sexuales de Santiago, quien fuera de sí le asestó varias puñaladas hasta matarla. La brutalidad del asesinato fue tal que llegó a perder el conocimiento. Cuando se despertó horas más tarde se preparó una copa, se la bebió y se fue a dormir. Hasta el día siguiente no limpiaría el baño de sangre de la escena del crimen.

Limpió minuciosamente el local y se deshizo del cuerpo bajando al sótano, donde la envolvió en plástico y la enterró bajo una capa de yeso. Su siguiente paso fue añadir por encima una tela de arpillera y varias cajas de cervezas para disimular cualquier indicio sospechoso. Su primer crimen había salido como lo esperaba.

Un asesino en serie en las calles

Tras esa noche, «El Legionario» continuó con su vida como si no hubiera pasado nada. Sin embargo, se había desatado un asesino en serie , cuya sed de asesinatos le haría salir nuevamente de caza.

«El Lobo», haciendo honor al nombre del local que regentaba, repetiría el mismo modus operandi. Recorrió la calle la Cruz en busca de una nueva víctima llamada, según algunas prostitutas, Josefa o Teresa. El cuchillo se convirtió en el arma favorita de Santiago, que lo empleó para acuchillarla despiadadamente hasta acabar con su vida. El asesino emparedó el cadaver junto al anterior para después tapiarlo con unos baldosines en el sótano.

Había cometido dos crímenes pero estos asesinatos, sin embargo, no habían saciado sus ansias «depredadoras». Así, en la madrugada del 22 de diciembre de 1987 (dos meses más tarde) volvió a la calle de la Cruz en busca de un nuevo crimen, ignorando que este intento -fallido- le llevaría a estar entre rejas.

La joven, identificada como Araceli Fernández Regadera, sucumbió a la oferta de 5.000 pesetas por el servicio y el pago del taxi de vuelta. Se repetía la historia, aunque esta vez con un final inesperado. Santiago se la llevó nuevamente al mesón, convertido en su «cementerio». Mientras ella se desnudaba, él se preparaba una copa y cogía el cuchillo con la intención de asestar puñaladas mortales. El forcejeó de ambos tenía como resultado una hemorragia en las manos de la joven, que había logrado desarmar al «Lobo», más encolarizado que nunca.

Los vecinos alarmados por los gritos llamaron a las autoridades, que llegaban cuando se encontraba acorralada. Los policías, para su sorpresa, se toparon con dos versiones; la de Santiago, que denunciaba un intento de robo, y la de Araceli, que le acusaba de querer matarla. Sin embargo, ambos acabarían detenidos.

El cazador, cazado

El juez ordenó el ingreso en prisión de «El Legionario», aunque este ingreso fue fugaz. Una vez puesto en libertad, vendió el Mesón «El Lobo Feroz», escenario de varios crímenes , y cambió de aires.

Su nuevo propietario emprendió una reforma en el local, ignorando el terrible pasado que iba a destapar. El 23 de enero de 1989, los obreros descubrieron accidentalmente los restos momificados de las prostitutas. La policía no tardó en relacionar estos hechos con los ocurridos años antes.

El informe forense determinó el perfil psicológico del homicida; un hombre con problemas de alcohol, odio a las mujeres y con algún tipo de entrenamiento militar, perfil que se ajustaba al de Santiago, que fue localizado inmediatamente por la policía.

El asesino se declaró culpable y fue condenado a cumplir 75 años de prisión por dos homicidios y uno en grado de tentativa y dos delitos de inhumanación ilegal. Su abogado pidió en su alegato final su absolución al considerar que actuó con las facultades mentales anuladas a causa del alcoholismo, aunque tanto el fiscal como los magistrados argumentaron que su psicopatía «no disminuía su responsabilidad penal».

Una vez en prisión, estudió BUP y trabajó en la biblioteca del penal. Su buen comportamiento permitió reducir una buena parte de sus años de reclusión. En 2004 salió en libertad.

La historia de «El Legionario», un hombre que sació sus fracasos con varios crímenes

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación