De cancha a comisaría y cárcel: así es la historia del célebre frontón Beti-Jai
Nació para ser el templo de la pelota vasca en Madrid, pero ese uso apenas duró dos décadas
Aunque hoy esté en ruinas, hubo un tiempo en que el Beti-Jai quiso ser el templo de la pelota vasca. Aquella ambición le duró pocos años... No más de 20. Desde su inauguración en 1894 hasta 1918, según documenta la plataforma Salvemos el Beti-Jai, se celebraron partidos de pelotaris de forma interrumpida. Pronto, esta construcción que encargó construir el empresario José Arana al arquitecto Joaquín de Rucoba —como una réplica más grande del Beti-Jai de San Sebastián— se destinó a otros usos. Llegó a albergar concursos hípicos a principios del siglo XX, como recogía la revista «Blanco y Negro». También sirvió de lugar de ensayos para pruebas aeronáuticas o la casa donde celebrar mítines políticos y asambleas de asociaciones. Allí incluso realizaban prácticas los alumnos de la Escuela Militar Particular, que posteriormente pasó a llamarse Escuela Militar Madrileña. Así se reflejaba en diferentes anuncios publicados en ABC para conseguir nuevos estudiantes. A partir de 1918 no hay constancia de que se volviera a jugar un partido con cesta vasca en el Beti-Jai. En el período de la Guerra Civil se convirtió en comisaría y cárcel. También fue sala de ensayo para las bandas musicales de la Falange. A partir de entonces fue fábrica y taller de reparaciones de coches. Y desde ahí comenzó a caer en el olvido y en un progresivo deterioro.
Los diferentes propietarios que ha tenido el Beti-Jai han malogrado la instalación con el paso de los años. En 1977 el Colegio de Arquitectos de Madrid (COAM) comenzó a movilizarse para proteger la construcción. En 1991 Fernando Chueca Goitia, académico de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, impulsó su declaración como Bien de Interés Cultural con categoría de Monumento. Tardó 20 años la Comunidad de Madrid en concederle tal privilegio, para que todos los proyectos de recuperación fueran autorizados por la Dirección General de Patrimonio Histórico.
Hasta llegaron a instalarse «okupas» en su interior en 2007. Ahora, un siglo después de perder su uso deportivo, podría volver a ser el gran Beti-Jai.