Aparcamiento exprés en pleno «Kilómetro 0»

Decenas de vehículos toman la Puerta del Sol cada mañana para carga y descarga lastrando el descanso de los vecinos y el libre paso de los peatones

Aparcamiento exprés en pleno «Kilómetro 0» abc

ITZIAR REYERO MADRID

Así amanece en la Puerta del Sol. Cada mañana, el «Kilómetro 0» de España se convierte en un aparcamiento exprés donde desembarca un ejército de repartidores que trabaja veloz para abastecer a los restaurantes y comercios del centro. El trajín de furgonetas y camiones de carga y descarga, que tienen habilitado el paso en una zona restringida al tráfico rodado, no para hasta pasadas las 11 horas, cuando la Policía Municipal empieza a desalojar a los coches apostados sobre la plaza en una estampa que, tomada desde el aire, sorprende.

«A partir de las siete de la mañana no hay quien duerma»

En este simbólico cruce de caminos, los turistas madrugadores y quienes se dirigen a sus quehaceres matutinos deben regatear la hilera de carretillas que portan con urgencia la mercancía. Voces y cláxones dominan el simbólico escenario, secuestrado durante horas al peatón. Aunque las señales del tráfico limitan las labores de carga y descarga de 9 a 11 horas, lo cierto es que este horario se amplía cada mañana, desde primera hora. «Si resides en el centro ya sabes que a partir de las siete de la mañana no hay quien duerma. Tiene sus ventajas y sus inconvenientes», aseguraba ayer un vecino resignado por el bullicio motorizado, tan distinto a la aglomeración humana que se forma al mediodía. La encargada de un hostal emplazado junto a la Real Casa de Correos minimizaba, sin embargo, el impacto de los furgones sobre sus clientes. «No es para tanto. Son horas razonables. Lo peor es el McDonald’s que funciona 24 horas», se lamentaba.

Hacia las 12, libres ya de camiones, los fotógrafos vuelven a buscar la perspectiva para captar en una misma toma la estatua del Oso y el Madroño con el luminoso del Tío Pepe. O el reloj de las campanadas. En ese momento también las estatuas vivientes empiezan a llenar el espacio. «A nosotros no nos molesta. Venimos a partir de las doce, que es cuando más gente hay», asegura uno de los muñecos apostados junto a los dos camiones de recogida de sangre que habitan la plaza en busca de la solidaridad del donante.

Frente a la Real Casa de Correos que acoge la Presidencia de la Comunidad de Madrid, una pareja de guardias municipales toma nota visual de los vehículos que acceden al recinto por la calle Mayor, Preciados y Carmen. Aunque en principio deben tener permiso, los agentes asumen que no todos cumplen. En todo caso, dicen, la parada de los vehículos se hace rápida. «Ni se te ocurra coger Prado, que han puesto cámaras. Si sales en la foto al entrar o al salir, te calzan multa», recomendaba ayer un repartidor a otro, retrasados más allá de las doce y media. En todo caso, le advertía, si se aparca bien no hay riesgo a la denuncia.

Algunos días aleatorios la Comunidad supervisa el pesaje para evitar que vehículos más pesados de la cuenta accedan a la plaza, ocasionando el temido levantamiento de baldosas. «Están todo el día reparándolas. Eso no hay quien lo controle. Luego alguien se cae, se romper la muñeca y viene la denuncia», comentaba un guardia local.

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