La picadora de carne que delató al presunto descuartizador de Majadahonda
La Guardia Civil busca ya dos cadáveres. Ayer recogieron algunas muestras en una finca de la tía de Bruno en Toledo, que lleva desaparecida casi un lustro, en busca de alguna pista de ella y de Adriana
La Guardia Civil busca ya dos cadáveres. El de la inquilina del casero de Majadahonda, supuestamente descuartizada por el detenido y arrojada después a la basura, y el de su tía y dueña del chalé de la que nada se sabe desde hace casi un lustro. Ayer, los agentes rastrearon durante cuatro horas una finca rústica situada en Santa Cruz de la Zarza (Toledo), en busca de restos biológicos o cualquier otro elemento que pudiera arrojar alguna luz sobre el paradero de ambas.
Si bien el Instituto Armado da por esclarecida la autoría de la muerte de la arrendataria argentina Adriana Gioiosa, de 55 años, sospecha también que Lidia Hernández, la tía del presunto homicida, corrió la misma suerte. Su cuerpo, como los restos de la otra víctima, tampoco ha sido hallado. Al sospechoso, Bruno Hernández, de 32 años, se le acusa de las dos presuntas desapariciones y de un homicidio (el de su inquilina), aunque está situación podría ampliarse en los próximos días
Pero la resolución del caso de su pariente y dueña del denominado chalé de los horrores puede ser más complicado. Sin cuerpo, sin vestigios biológicos y sin confesión, atar cabos judiciales es todo un reto. Por eso, la búsqueda de ambas mujeres se amplió ayer a una finca rústica, denominada El Rojo, también propiedad de Lidia. Carece de construcción alguna y está en mitad del campo, a las afueras de Santa Cruz de la Zarza, a unos 80 kilómetros de Madrid.
Cuatro horas de rastreo
El rastreo, que arrancó sobre la una y media, duró cuatro horas. En él participaron agentes de la Policía Judicial, de Criminalística, así como perros de la Unidad Cinológica. Los agentes recogieron pequeñas muestras biológicas que serán analizadas y que, en principio, no parecen significativas de cara a las pesquisas, precisaron a ABC fuentes de la investigación, que agregaron que, de cualquier modo, esa búsqueda ya estaba planeada desde hace días. Se trataba de quemar todas las naves en torno a Adriana y la finca de Toledo era una de ellas. Y si, de paso, hallaban algo relacionado con la otra mujer, miel sobre hojuelas. En principio no piensan volver.
Como ya avanzó este diario, son varios los indicios que llevan a los agentes a temerse lo peor respecto a la suerte corrida por Lidia. Por un lado, las cuentas corrientes de la mujer han registrado ingresos, pero no gastos, en los últimos años. En total, acumulan unos 20.000 euros, procedentes del cobro mensual de su pensión. En el caso de que fuera la mínima no contributiva, unos 600 euros, serían ya casi tres años los que Lidia no habría hecho uso de ese dinero.
Además, el sospechoso, tras ser detenido indicó que su tía «estaba en una residencia de Ávila», sin precisar cuál. Su padre, y hermano de la desaparecida, añadió que hacía años que no hablaba con ella. Lo mismo ocurrió con el resto de hermanos. El vecindario de la calle de la Sacedilla, en donde residía la sexagenaria en Majadahonda, relataban: «La dejamos de ver al poco de la trágica muerte de su único hijo», hace unos cuatro años. Y la pista de la residencia aportada por Bruno se ha tornado falsa conforme los investigadores han ido ampliando sus pesquisas.
Buscan más restos humanos en la picadora
Mientras, el laboratorio de Criminalística confirmó lo adelantado por ABC el pasado lunes: la sangre de la trituradora casera es de Adriana. Su hipótesis es que Bruno, después de, presuntamente matarla entre el 30 de marzo y el 1 de abril, descuartizó el cuerpo y lo intentó picar. Los restos de ADN adheridos a la máquina, cotejados con el perfil genético del hermano de la víctima, así lo prueban. Como no logró su objetivo, Bruno habría arrojado los restos a la basura, según declaró un vecino.
Ahora esa máquina se ha desmontado y será analizada a conciencia para ver si, a pesar de la limpieza a la que fue sometida, además de sangre contiene otros restos orgánicos. En las dos inspecciones realizadas en el adosado se han recabado cerca de 200 muestras biológicas. La mayoría estaban en el salón, cocina, baño y garaje.
El imputado sufre esquizofrenia y en las etapas en las que dejaba de medicarse protagonizaba episodios violentos que motivaron su hospitalización en, al menos, tres ocasiones. «Adriana pagaba 250 euros por la habitación. Estaba a un kilómero de su trabajo. No hablaba bien de su casero, le tachaba de siniestro y decía que no le dejaba tocar un cuadro de su tía», explicaba una amiga de la víctima.
La Guardia Civil ha localizado ya a todos los inquilinos que pasaron por el siniestro chalé. Mientras, el juez encargado del caso levantó ayer el secreto de sumario.
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