Alerta policial: los falsos secuestros alcanzan 700 víctimas en 2 meses

Setenta personas han denunciado ser víctimas de los «captores» que actúan desde Chile y simulan tener retenido a un familiar. Piden hasta 5.000 euros

M. J. ÁLVAREZ

Solo se necesita un buen teléfono, una mente malévola y la ayuda de una tercera persona para realizar el timo del secuestro virtual , una práctica que ha llegado a nuestro país procedente de Suramérica y que está haciendo estragos, especialmente, entre las personas mayores, las más vulnerables. La oleada de casos es tal, que desde que comenzaron a detectarse estas extorsiones en el mes de febrero, los delincuentes han realizado más 700 llamadas telefónicas en la región que se han traducido en 74 denuncias solo en la demarcación de la Policía Nacional.

Esos son los cálculos que manejan los investigadores, dado que estadísticamente solo denuncian una de cada diez personas afectadas por este tipo de estafas. En toda España las víctimas superan las dos mil y las denuncias rondan las 180 , explicó a ABC un mando de la sección de Secuestros de la Comisaría General de la Policía. Las cifras son harto elocuentes, si bien la labor policial ha hecho que descienda este delito en las últimas semanas.

Desde la propia prisión

Esta modalidad delictiva, frecuente en países suramericanos como México y Colombia, se realiza miles de kilómetros de distancia. Los supuestos captores residen en Chile, y, para más inri, algunos están en prisión.

Estos sujetos han ido perfeccionando su modus operandi en un intento de subsanar los errores que cometían. Así, si antes llamaban a móviles, con el riesgo de que estuvieran apagados o no contestaran, dado que llaman desde un número oculto, han optado por hacerlo a fijos. Buscan los números en internet de forma aleatoria. Eligen al azar y van probando cambiando los últimos dígitos: siempre contesta alguien. Lo mismo sucede con los datos del supuesto retenido. Así, de buscarlos en las redes sociales para dar mayor credibilidad a la farsa, un asunto que requiere tiempo, han pasado a sonsacar al interlocutor. Tampoco dicen ya el grado de parentesco –siempre aludían a un hijo–, ya que les colgaban cuando la víctima no tenía. Ahora se limitan a comunicar: «Tenemos secuestrado a un familiar, su vida está en peligro y como usted le quiere mucho pagará por él», aseveró el responsable policial. En función de la respuesta, van urdiendo su mentira.

«¿En cuanto valora la vida de su hijo? ¿No me cree? ¿Quiere que le mande un dedo?»

«¿Quién, mi hijo Andrés? ¿Mi marido Juan?». Al otro lado del aparato, la persona, presa de los nervios, les facilita la información sin darse cuenta de la trampa. Entonces, le exigen el dinero del rescate o directamente, espetan: «¿En cuánto valora su vida?». Si el oyente enmudece, estupefacto, amenazan: «¿No me cree? ¿Quiere que le mande un dedo?». Mientras, de fondo, se escuchan gritos desesperados y llantos grabados previamente de Youtube. «¿Quiere hablar con su hijo?», suelen decir para dar más verosimilitud a la historia. De nuevo, reproducen sonidos de vídeos. El oyente, cada vez más asustado, es ya un blanco fácil.

Tanto, que creen a pies juntillas haber hablado con él secuestrado, cuando solo han escuchado sollozos ahogados y gritos de «¡Socorro, sácame de aquí!». Retienen el mayor tiempo posible al oyente para que no avise a nadie, no pueda pensar con claridad y no realice ninguna llamada.

Juegan con el miedo

A continuación le piden el dinero, cantidades pequeñas, que van de los 1.500 a los 5.000 euros, si bien generalmente el límite llega a los 2.000. Siguen con la presión psicológica diciendo a la víctima adónde se tiene que dirigir para realizar la entrega, una vez que han obtenido su dirección. A través de Google Maps le van indicando el itinerario: «Ve al locutorio que se encuentra en la calle tal, está solo a una manzana y haz una transferencia a Western Union».

Lo hacen de tal modo que el aterrorizado familiar, que directamente entra en pánico, cree que están controlando todos sus movimientos. Para estos estafadores este sistema es más seguro que el de ir a un banco, por el riesgo de que se alerte a la Policía.

Muchos pican el anzuelo: se bloquean, que es el objetivo de los supuestos captores, que juegan con el miedo, e ingresan el dinero al código que le facilitan a nombre de una persona. El reembolso se puede realizar desde cualquier lugar del mundo. Si el sufridor, cada vez más nervioso, dice que tiene menos efectivo del requerido y que no puede obtener más, pues no tiene tarjeta de crédito o la sucursal esta cerrada, no importa. «Ingresa lo que tienes», le ordenan.

La coacción es tal que en ocasiones logran sus fines. Buscan el máximo beneficio en el mínimo tiempo. «La identidad del receptor del dinero se consigue averiguar, pero mientras tanto, los delincuentes se lucran». «¿Dónde está la realidad y dónde lo virtual?», se pregunta este mando policial. En una simple línea telefónica.

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