La historia negra del socialismo madrileño

El Partido Socialista en Madrid ha vivido en la zozobra y la bronca prácticamente desde su fundación

La historia negra del socialismo madrileño javier prieto

sara medialdea

La de los socialistas madrileños es una historia de desencuentros. Así ha sido históricamente:la división y la inestabilidad han lastrado el funcionamiento de esta federación, en la que las «familias» llevan casi cien años lanzándose cuchillos.

Así ocurría ya en 1919, cuando fue precisamente la Agrupación socialista Madrileña la que pidió que el PSOE se adhiriera a la Tercera Internacional, cercana al comunismo. Ese fue el primer caso, y el Congreso Extraordinario que se convocó entonces intentó una resolución «salomónica» que no rompiera el partido. No lo consiguió.

Hace algunas décadas, el PSOE gobernaba en la Alcaldía de Madrid y en otros muchos municipios de la región. La Federación Socialista Madrileña –así se llamó hasta 2004– la dirigía Alonso Puerta, que fue sustituido por Joaquín Leguina. Y éste tuvo que bregar once años con una auténtica familia numerosa: renovadores, guerristas, acostistas, renovadores por la base, Izquierda Socialista... Leguina optó por la «mesa camilla», sentando en la mesa de la dirección José Acosta, líder del acostismo y presidente de la FSM, él mismo y el alcalde Juan Barranco.

Repartir los puestos en las listas por «cuotas» fue durante años el principal debate en el socialismo madrileño. Luego llegó a la FSM de Teófilo Serrano, guerrista pero que fue muy cercano a los renovadores de Leguina, lo que descolocó a los «suyos», que obstaculizaron su labor. En 1994, aburrido, se fue. Le sustituyó Jaime Lissavetzky hasta el año 2000.

La pérdida de las instituciones –primero el Ayuntamiento y luego la Comunidad– llevó al PSOE de Madrid a los «paracaidistas», que aterrizaban encabezando una candidatura poco antes de las elecciones. Cristina Almeida fue el paradigma. En 1999, hubo primarias por primera vez para la Alcaldía de Madrid: Fernando Morán venció por muy poco a Joaquín Leguina.

Éste criticó duramente al grupo de renovadores por la base, que variaban sus apoyos según les fuera el viento. Un grupo tóxico que años después ayudó a Rodríguez Zapatero a auparse a la secretaría general del PSOE, y de cuyas filas salieron en 2003 Tamayo y Sáez, los dos diputados regionales que con su ausencia de la votación de investidura privaron a Rafael Simancas de ser presidente regional.

Simancas, desde 2002 secretario de los socialistas madrileños, aguantó hasta 2007, pero ante los malos resultados electorales, decidió irse. Una gestora, presidida por Cristina Narbona, se hizo cargo del partido. Se votó el entonces candidato federal, Tomás Gómez, que en el Congreso Extraordinario superó ( 77% de votos) a sus rivales.

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