El político corrupto que dio origen al refrán «Tener más orgullo que don Rodrigo en la horca»

Enemigo del conde duque de Olivares, torturado y acusado de abusos de poder, mostró tal entereza en el potro de tortura y el cadalso que pasó a ser un héroe para los madrileños

El político corrupto que dio origen al refrán «Tener más orgullo que don Rodrigo en la horca» ABC

Adrián DELGADO

Don Rodrigo de Calderón dio sus primeros pasos en Madrid como paje del marqués de Denia. Su padre, un renombrado capitán que peleó en las guerras de Italia, lo dejó a su cargo con tan solo 15 años. Su inteligencia le hizo convertirse muy pronto en hombre de confianza del marqués y, cuando este último se convirtió en duque de Lerma –ministro principal de Felipe III–, Rodrigo elevó su posición hasta el de un hombre de «primerísima categoría». Llegó a ser ayuda de cámara del Rey, a vestir el hábito de la Orden de Santiago y a ser secretario de Estado. Fue nombradomarqués de Siete Iglesias, primero, y conde de la Oliva, después. Junto al duque de Lerma y el conde de Lemos forjó una alianza que llegó a acaparar toda la autoridad del Imperio Español.

Tanta que, antes incluso de la muerte del Felipe III , despertó recelos en el sector de la Corte contrario al duque de Lerma. En concreto, don Rodrigo de Calderón se convirtió en objetivo del nuevo valido del rey Felipe IV , el conde duque de Olivares . La envidia por la ingente fortuna que amasó a través de abusos de poder y por el trato que ejercían sobre el resto de la nobleza fue el principio de todos sus males. Junto al conde-duque se alió el hijo de duque de Lerma , el duque de Uceda, y el confesor del Rey Luis de Aliaga.

La lucha entre ambos bandos fue realmente sanguinaria, mezclando lo político con lo puramente personal. En cuanto coronaron a Felipe IV, encerraron a Don Rodrigo 32 meses. Fue acusado de cuatro muertes y 244 abusos de poder. En un auto del 7 de enero de 1620 se le atribuía haber matado a Francisco Xuara, un músico que tenía intenciones con su esposa, y haber obtenido ilegalmente una cédula exculpatoria del Rey; haber dado muerte a un alguacil de la Corte; matar a otros dos servidores del duque de Lerma; haber inducido a un médico para que envenenara a la reina doña Margarita de Austria; y, lo más curioso, de usar «hechizos» para ganarse las simpatías del rey.

Sometido al tormento del potro

Con estos cargos en su contra se le sometió a la tortura del potro para que «confesara». En un primer interrogarorio le tendieron sobre el potro y le estiraron los brazos hasta descoyuntárselos. En el segundo le ataron los muslos impidiendo la circulación de la sangre con un terrible sufrimiento. En el tercero, sobre el potro, también, le echaron a través de un embudo varios jarros de agua por la boca. Don Rodrigo, solo confesó haber ordenado matar al músico. Del resto solo dijo que eran calumnias.

El procedimiento dejó lisiado durante meses al reo que volvió a los calabozos antes de que se ejecutara su pena de muerte. Ese día llegó el 21 de octubre de 1620. Después de pasar toda la noche rezando, fue conducido por las calles de Madrid hacia la Plaza Mayor. Por el camino, las burlas y las coplillas que le escribieron por su escándalo, se tornaron en lástima.

Saludó y besó al verdugo al que llegó a decir: «Cumple con tu obligación»

Torpe, pero con una gran entereza y orgullo, subió al cadalso con ayuda del cura que le había confesado. Saludó y besó al verdugo al que llegó a decir: «Cumple con tu obligación». Este le pidió perdón por lo que iba a hacer y se dispuso a cortarle el cuello. «¡No!», gritó al verdugo. «Por ahí no. Soy noble y tengo derecho a que me degüelles por delante, no por detrás», le dijo. Alzó la cabeza y el frío metal bañó el patíbulo de sangre. Algunas leyendas dicen que en ese mismo instante gritó el nombre de Jesucristo. El silencio, cuentan, tomó la Plaza Mayor, y el orgullo del marques de Siete Iglesias quedó para siempre en la memoria de los madrileños.

«Tiene más orgullo que don Rodrigo en la horca» se popularizó como refrán a pesar de que no murió ahorcado, sino degollado. Licencias poéticas de una dramática historia que conmocionó al Madrid del siglo de Oro.

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