Locales bajo sospecha: Guerra contra los «after» del centro de Madrid
Algunos acumulan un centenar de expedientes y visitas diarias de la Policía; otros, hacen actas paralelas a las de los agentes. Los vecinos están desquiciados
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Abren cuando cierran las discotecas, a las seis de la mañana, pero en lugar de servir cafés con leche y desayunos ponen copas y música a todo volumen. Cierran a mediodía. Son los «after hours», o discotecas matinales , unos locales que están en el punto de mira ya que se mueven en la más absoluta alegalidad. «No existe una licencia específica para estos locales de ocio. Suelen tener licencia de bar», explican fuentes municipales y policiales a ABC.
Pero, la diferencia es que causan multitud de problemas a los vecinos , que ven alterado su descanso, su tranquilidad y su rutina. No pueden poner música en directo, ni tener mesa de mezclas ni amplificadores ni mucho menos DJ. Pero, generalmente incumplen las normas aprovechando el vacío legal en el que se mueven, precisan. En el distrito Centro hay en la actualidad media docena de «after», asegura Vicente Pizcueta, portavoz de Noche Madrid y coordinador de la Plataforma por el Ocio, el Turismo y la Hostelería de Madrid. «Suelen generar multitud de conflictos y quejas vecinales. Son tugurios oscuros que no pueden tener pista de baile, pequeños, con instalaciones muy deficientes en general y que, entre todos, pueden albergar un fin de semana a medio millar de personas».
La Policía Municipal acude constantemente cada vez que son requeridos por los residentes. Levanta acta cuando hay alguna irregularidad derivada del exceso de aforo, ruido,... Los expedientes se amontonan así como las denuncias vecinales, en las que incluyen las amenazas que sufren por sus quejas, pero estos «after» siguen funcionando vulnerando la normativa hasta que les llega el precinto o se marchan a otro lugar, afirman fuentes policiales y vecinales.
«Nos han arruinado»
Un ejemplo de ello es lo que relatan César y su mujer, que prefiere omitir su nombre, tienen uno debajo de su casa, situada en un primer piso. Está en la calle Fúcar en el barrio de Huertas y desde el verano de 2013 su vida se ha convertido en una pesadilla, aseveran. «Cada vez que llamamos a la Policía Municipal porque no aguantamos más, nos dicen: “¿Es por La Envidiosa, verdad?”». Aseguran que las peleas son continúas, así como los follones y el jaleo en la vía pública. «Hace poco apuñalaron a un chico, tuvo que venir el Samur y desalojaron el bar. Algunas veces han venido hasta doce coches de policía y también han traído perros». Explican que han puesto más de 50 denuncias individuales y la comunidad de vecinos una conjunta.
«Teníamos un hostal que ha sido nuestro medio de vida y lo hemos tenido que cerrar. Los clientes no aguantaban». Invirtieron 500.000 euros en su negocio en 2005 que «no han servido para nada. Nos han arruinado. Estoy de los nervios, a base de pastillas», explica la mujer. El local acumula 150 expedientes sancionadores entre 2012 y 2014, según fuentes policiales.
Por su parte, el Ayuntamiento de Madrid asegura que se han tramitado 53, 40 con otro titular y 13 con el actual; la mayoría por infracción de horario y 12 por exceso de aforo. Agrega que este recinto fue visitado 290 veces por los agentes el año pasado y eso que solo abre al público de jueves a lunes.
El responsable de la sociedad explica que «todo está en regla y reconoce que estuvo cerrado tres meses por una sanción de clausura para hacer una reforma y poner una doble puerta en el vestíbulo. Medioambiente ha hecho mediciones y no ha visto nada anormal. Entiendo que antes si podía molestar, pero ahora, no». Agrega que tiene un vigilante para que los clientes no se concentren en la puerta ni hagan botellón o ruido, pero que él no se puede responsabilizar del jaleo de los viandantes. Sobre la acumulación de expedientes, reconoce que algunos los ha recurrido y que otras multas las abonará. Achaca las sanciones «a que el ayuntamiento quiere cambiar la licencia del local que es antigua».
En la calle de Jesús del Valle, en Malasaña, otro establecimiento, Garaje Club, tiene en pie de guerra a tres comunidades de vecinos. «Llevamos año y medio en que descansar es una misión imposible. La música retumba hasta en el tercero y su salida de humos da a nuestra escalera; la ropa apesta», tercia María, nombre ficticio.
Otros residentes coinciden: «Taponan la salida, dejan los cubos de basura hasta el mediodía cuando está prohibido y todo lleno de mierda». Las visitas policiales son tan habituales que los encargados del bar han llegado a hacer actas paralelas detallando la actuación policial. Sobre el negocio hay cuatro expedientes para el cese de la actividad, agregan. «El proceso es lento y ellos se aprovechan y siguen lucrándose y molestando».
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