carabanchel
El ingeniero que vino a hacer el doctorado a Madrid y acabó con un tiro en la nuca
Fue agredido en un forcejeo al tratar de impedir que a su novia le robaran el bolso por el método del tirón. El ladrón no se llevó nada de valor, ni siquiera el móvil
Aníbal R. S., de 34 años, era ingeniero y licenciado en Administración y Dirección de Empresas. Había venido a España desde su Cuba natal a cursar un doctorado en Contabilidad y Organización de Empresas en la Universidad Autónoma de Madrid. Atesoraba un brillante curriculum académico, dado que había realizado diversos estudios de posgrado, como el que le trajo a nuestro país, además, en calidad de becado.
Sus estudios le habían llevado a viajar a Alemania y Canadá para realizar un máster en Informática Empresarial y a especializarse en Administración General de Empresas.
Todo parecía sonreírle, tenía una relación sentimental estable y un futuro prometedor. Sin embargo, una bala traicionera acabó con su vida, inopinadamente y de la peor manera posible, cuando un delincuente se cruzó en su camino la noche del martes en Carabanchel.
Aníbal trató de retenerle cuando su novia, Yanira, se percató de que le quería robarle el bolso. Los dos hombres forcejearon y en el transcurso del cuerpo a cuerpo la pistola del caco –de calibre 22– se disparó, alcanzándole de manera mortífera cuando se giró. Era una posibilidad más que remota, pero sucedió. Esa es la hipótesis que manejan los investigadores. El agresor no le apuntó directamente con ella, como parecía en un primer momento.
Una muerte absurda, inútil, gratuita y desproporcionada. Porque el botín que se llevó el presunto autor de los hechos –un hombre menudo frente a la corpulenta víctima pero con un arma de fuego de pequeño calibre, quizá modificada–, fue exiguo: tanto, que solo alcanzó unos pocos euros. El bolso no contenía nada de valor. Ni siquiera estaba el teléfono móvil que su mujer llevaba en el bolsillo del abrigo, según ha podido saber ABC.
Vida tranquila
La existencia de Aníbal en Madrid era tranquila. Se centraba en su formación, en sus aficiones y en disfrutar con sus allegados. Como todos los días, el martes aciago había ido a buscar a su novia Yanira, española de origen cubano, a su trabajo, una gestoría situada cerca de la plaza Elíptica.
Al parecer, según algunos testimonios, ella a veces llevaba encima alguna cantidad de dinero en efectivo por su trabajo, pero, precisamente, no ese día.
Cuando ambos paseaban a la altura del número 42 de la calle de Fernando Díaz de Mendoza un hombre trató de arrebatarle el bolso por el procecimiento del tirón a la mujer. Ella le agarró y su pareja le retuvo. El resto ya es sabido. Aníbal se desplomó en el suelo al ser alcanzado por una bala de pequeño calibre que le entró por el cuello y quedó alojada en la cabeza.
Aunque los sanitarios del Samur estuvieron tratando de reanimarle por espacio de media hora no logró superar la parada cardiorrespiratoria que sufrió. A pesar de su fortaleza y de su juventud la herida fue letal.
Yanira comenzó a gritar, presa de una crisis nerviosa, y no dejó de hacerlo. «Que nos roban. Que nos roban», decía deseperada hecha un mar de lágrimas. No podía dar crédito a que la vida de Aníbal se escapara por el mero robo de su bolso.
La Policía atribuye el brutal asesinato, en principio, a un robo a cuyo autor el asunto se le fue de las manos. Éste huyó con el botín con la cara totalmente cubierta con una braga. No obstante, investigan también si el asalto fue casual, acechaban a la mujer o hay algún otro trasfondo.
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