La «beata Clara», la bruja cuya detención provocó un terremoto en Madrid
Lo más granado de la sociedad acudía a su casa en el siglo XIX para conocer su futuro, hasta que la delató una criada despechada
A principios del siglo XIX, el número 6 de la calle Cantarranas, ahora reconvertida en la de Lope de Vega, era un diario bullir de gentes en busca de sanación, consuelo espiritual, consejo financiero o asesoramiento político. Y todo de la mano de una misma persona, la llamada «beata Clara». Aunque finalmente se demostró que poco tenía de santa, durante unos cuantos años lo más granado de la sociedad madrileña y de la Corte se reunía en sus aposentos con el incontrolable deseo de mejorar sus vidas.
Experta en bebedizos, magia y superchería, como recuerda Jesús Callejo en su libro «Un Madrid insólito», esta mujer lo mismo ofrecía recomendaciones para un mal de amores que para problemas de esterilidad o de dinero, pasando por apuestas o asuntos de Estado.
Al parecer, aconsejada por su madre y su confesor, se fingió tullida muchos años y tocada por el halo divino y el don de los milagros. Haciéndose pasar por vidente y milagrera -no en vano hacía creer que se alimentaba exclusivamente de pan eucarístico-, sus incautos clientes dejaban soberanas limosnas en justo pago por sus servicios.
Santo Oficio
Fue capaz de embaucar a todos de tal manera que, incluso, la leyenda cuenta que logró de Roma una dispensa para hacer los tres votos de monja de Santa Clara. Pero, eso sí, sin la obligación de la clausura, ya que sus supuestas dolencias se lo impedían.
Tal fue su éxito que se mudó a otro inmueble situado en la calle de los Santos, junto a San Francisco. Allí continuó con su saneado «negocio», mostrándose en trance si era requerida en ello.
Finalmente, fue castigada a reclusión por el Santo Oficio, junto a sus dos principales cómplices. Una criada despechada -había sido despedida meses antes- fue la causante del encierro, ya que no pudo guardar por más tiempo el secreto de la farsa y se lo confesó todo al párroco de San Andrés. Sin embargo, como ocurre a veces, el pueblo llano no se conformó y necesitaba creer en su «milagrera». Fue necesaria la actuación de la Inquisición para cerrar la vivienda, ya que fueron muchos los madrileños que acudieron en masa para arrancar yeso de las paredes y guardarlo como reliquia.
Fíjense si el vulgo es crédulo que cuando la ciudad se sacudió por un terremoto en 1804, muchos fueron los que atribuyeron el suceso a la «injusta» detención de la beata Clara.
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