un trabajo de máximo riesgo

Palizas e insultos de propina para los vigilantes de parquímetros en Madrid

Se la juegan a diario. Relatan cómo una empleada abortó tras ser pateada y, este verano, otras dos fueron golpeadas; una aún continúa de baja

Palizas e insultos de propina para los vigilantes de parquímetros en Madrid JOSÉ RAMÓN LADRA

tatiana g. rivas

Con su uniforme de polo azul celeste y banda amarilla pasean por la ciudad para hacer que se cumpla la ordenanza de Movilidad. A veces son despreciados. Nadie valora la función de los controladores de la hora y lo saben. Pero ésa no es la peor parte de este trabajo mileurista. Los insultos no les faltan a diario, relatan, y, para algunos de ellos, tampoco las agresiones durante sus años de trabajo; las últimas registradas han ocurrido el pasado verano.

Esta escena se repite decenas de veces al cabo del día: uno de estos operarios se para frente a un vehículo. Mira a través del cristal en busca de un tiquet. Algo no cuadra. Entonces saca su bolígrafo digital maldito y pulsa el botón «rajabolsillos»: «denuncias». Comienza a introducir la matrícula del coche mientras su dueño ve la acción de lejos. Al inminente sancionado se le acelera el pulso; le sube la adrenalina en el mismo grado que la irritación. Y empieza a gritar:«¡Oiga! ¡OIGA! ¡QUE YA VOY!». El tiquet con la multa, 90 euros, empieza a salir de su máquina. Y el que la recibe ve cómo sale a cámara lenta el infernal papelito. La furia se desata y la reacción frente al operario del Servicio de Estacionamiento Regulado (SER) varía según la personalidad del sancionado.

Omitimos las identidades de estos trabajadores por razones obvias.Pertenecen a distintos distritos. Dos de ellos narran a ABC cómo una mujer fue agredida este verano en la zona de Pirámides después de que le indicase a un hombre que debía retirar su coche de la zona –ahora solo se puede estar un máximo de dos horas en zona verde y cuatro en zona azul–. Comenzó una discusión y el reprendido le propinó un bofetón a la trabajadora. Peor parte se llevó otra empleada del SER en la calle Linneo. Ésta informó a la responsable de una tienda de electricidad que tenía que mover su vehículo por la misma situación que el anterior caso. Se opuso. Tras un rifirrafe, dos conocidos de la increpada sujetaron a la trabajadora del Ayuntamiento de los brazos y se liaron a puñetazos y patadas con ella. Le ocasionaron un esguince de cuello y magulladuras por todo el cuerpo. Desde entonces está de baja.

Llamada de pánico

Estos trabajadores cuentan en su dispositivo, en la parte superior, con la «llamada de pánico». Sirve para que avisen cuando sufren cualquier agresión o la situación puede derivar en un ataque. «Pulsamos y dejamos que escuchen al otro lado, donde siempre hay alguien que manda a personal o Policía Municipal , en función de lo que esté ocurriendo», detallan.

Pese a este botón de ayuda, otra operaria del SER fue golpeada y pateada hace unos años hasta tal punto que sufrió un aborto, cuentan sus compañeros. «Tenemos un trabajo complicado. Los insultos no nos faltan cada día ni las malas formas por parte de los conductores. Entendemos que no repartimos caramelos, sino que denunciamos, pero una agresión no es justificado», manifiesta otra.

Ésta revela que en una ocasión le lanzaron un carro de mercancía. «Afortunadamente no me dio, cayó contra un coche. Cuando la gente lo vio salió en mi defensa», afirma. La disputa se produjo porque el agresor no había puesto el tiquet de la hora y cuando fue sancionado arguyó que el parquímetro no funcionaba. No era así.

«Corremos riesgo porque no sabes con quién te vas a encontrar en la calle. La cosa se ha apaciguado, pero ahora con los nuevos parquímetros se ha caldeado otra vez, sobre todo con el tema de mover el coche del barrio a las cuatro horas», especifica uno de ellos, relato con el que están de acuerdo cuatro trabajadores más. Antes, los distritos más conflictivos eran Fuencarral y Carabanchel. Ahora el menos cómodo para trabajar, cuentan, es el de Barrio del Pilar «porque hay más agresiones».

Chantaje para evitar la multa

Los hay que utilizan la técnica de la compasión para eludir la sanción, pero también los que tratan de hacer un trueque para esquivarla. «Me han llegado a proponer un café a cambio de quitársela, pero no cuela. Una vez que sale de la máquina, es imposible», advierten. La media de denuncias de cada trabajador –hay cinco empresas concesionarias repartidas por los nueve distritos con parquímetros– es de diez al día. Aseguran que sus empresas no les presionan para sancionar más ni tampoco se llevan comisión. Señalan que siempre dejan diez minutos de cortesía si se pasa el tiquet. Otra de ellas sentencia: «Lo que queremos transmitir a los ciudadanos es que nosotros no queremos multarles, pero si lo hacen mal, tenemos que hacerlo».

Palizas e insultos de propina para los vigilantes de parquímetros en Madrid

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