lotería de navidad

Cómo funciona nuestra mente cuando es desafiada por un juego de azar

¿Se ha de inquietar una persona si observa a un familiar comprando de repente 40 décimos? Dos psicólogos explican el momento en que una conducta de cara al hábito puede ser problemática

Cómo funciona nuestra mente cuando es desafiada por un juego de azar abc

érika montañés

José Antonio Molina es doctor en Psicología y experto en conductas adictivas. Por su consulta no ha pasado «jamás» nadie tan «enganchado» a la compra de Lotería de Navidad que haya habido que tratarlo para que recuperase su vida sin el hábito a este juego de azar. No obstante, sí ha tenido que acometer la «recuperación» de personas para las que el gasto en exceso en este tipo de comportamientos lúdicos comprometía la economía personal y familiar.

¿ Por qué se juega a la Lotería ? ¿Se ha de preocupar mucho alguien cuando un familiar, llegadas estas fechas, empieza a comprar compulsivamente boletos para desafiar a la suerte el próximo 22 de diciembre? En Navidades, se dispara el consumo de estos billetes. Mas este año, en pleno despegue de la economía nacional , ya se observa en los últimos días compra acuciante de boletos. En Madrid, por ejemplo, no se recuerdan tan madrugadoras las colas en la tradicional administración de Doña Manolita , y los «loteros» de puntos de venta turísticos, como la Puerta del Sol, empiezan a hacer su particular agosto desde mediados del mes de octubre. José Antonio Tamayo , psicólogo del centro Activa Psicología de Madrid , y también especialista en adicciones, resuelve algunas de esas dudas. «¿Te has de inquietar si tu madre se gasta de repente dinero en 40 boletos para Navidad?», se le reitera. Y contesta: «Para valorar este aspecto debe tenerse en cuenta si ese comportamiento es habitual en esa persona y cuál es la norma socialmente aceptada al respecto. No es comparable la participación en la Lotería de Navidad que en el Euromillón, por poner un ejemplo, porque el primero se ha convertido en una tradición más dentro de las costumbres navideñas de nuestra sociedad, algo que no sucede con el segundo. Al incorporarse como un comportamiento culturalmente aceptado, se normativiza , se regula su uso y se promueve, lo cual hace más difícil que ocurra un posible abuso. Para gran parte de la población es costumbre hacer un desembolso considerable en décimos de Lotería, sin que ello esté asociado necesariamente a la participación en otros juegos de azar ni tampoco en un gasto equivalente en otro tipo de apuestas».

«Es costumbre para mucha gente hacer un desembolso considerable en décimos»

Remarca la diferencia su tocayo y colega, José Antonio Molina, entre los juegos de azar, que «per se» son adictivos y que llevan aparejado un «refuerzo inmediato» para la conducta de la persona, y las loterías y otros hábitos menos adictivos, cuyo «refuerzo se produce a largo plazo y en un momento determinado». «Este tema del refuerzo te hace mucho menos dependiente de la lotería», arguye. El doctor Molina también introduce las «connotaciones» colaterales que se derivan de la compra de boletos para Navidad, como el deseo de compartir y las vinculaciones y relaciones sociales que genera, con gente de la empresa, familia, «quedadas» que se organizan con los amigos solo por el intento de socializar con personas a las que quizás no se ha visto en mucho tiempo, y otras tesituras. «Es como el que se cita en un bar para tomar unas cañas con los amigos y socializar», ejemplifica Molina. No se puede decir que contribuya al hábito de beber, aunque si es alcohólico, evidentemente se añade a la adicción por sí misma y debe evitarse en tal caso.

«Por otro lado, puede ser un signo de alarma que alguien históricamente reacio a participar en la Lotería , de pronto se decida a jugar comprando 40 décimos. Estos cambios tan llamativos y drásticos en las costumbres individuales, que no parecen poder explicarse por motivos racionales, pueden alertarnos de la presencia de un problema psicopatológico, seguramente distinto a la de la ludopatía», completa Tamayo continuando con el ejemplo mentado. Ciertamente, «entre los motivos que pueden movernos a participar en la Lotería de Navidad no sólo se halla una tradición quenos evoca recuerdos entrañables que asociamos a esta época del año. También tienen un peso importante los procesos de comparación social, el temor de no participar y que las personas cercanas a nosotros sean agraciadas, el miedo a arrepentirnos y la ilusión por fantasear sobre cómo mejoraría nuestra vida si recibiéramos el premio gordo», añade este experto en el abordaje de trastornos adictivos.

Las conductas perniciosas

Ambos psicólogos explican que la generación de las conductas negativas surgen más usualmente ante las máquinas tragaperras, el bingo, la ruleta y otro tipo de juegos de casino y azar, que normalmente requieren de forma presencial a la persona, aunque se incrementa con peligrosidad el mal hábito online. Según aduce el psicólogo del centro Activa, «en los últimos años, también se ha disparado la afición a las apuestas deportivas y la tendencia se va desplazando hacia el juego no presencial a través de internet , que permite una mayor accesibilidad y anonimato, y entre la población más joven».

«Lo primero que se hace para tratar estas patologías adictivas es el reconocimiento del problema. Siempre hay negación por parte de quien presenta esa conducta problemática. Se va trabajando con la abstinencia completa , dado que no es un hábito necesario como sí puede ser el del consumo, porque al final necesitas consumir o comprar. Aquí tampoco hay una sustancia, así que la estrategia del autocontrol sería más problemática. El desenganche debe pasar por que la persona se vaya dando cuenta de que no necesita el juego en su vida, observa hasta qué punto es beneficioso para él. La decisión para prevenir una recaída la toma él mismo», explica el doctor Molina, quien también indica que, de media, es preciso un año de intervención para dejar de jugar e ir variando patrones en la vida del adicto.

A los dos psicólogos se les reclama un dato sobre el gasto en Lotería a partir del cual hay que tener una señal de alarma. Y no existe tal parámetro. Son muy gráficos: «Si ese gasto tiene consecuencias a nivel general no tanto por la cantidad, sino porque genera problemas para llegar a fin de mes, por ejemplo, entonces ya es problemático. Hay personas que cobran 400 euros de paga y se gastan una gran cuantía en juego, generando problemas muy graves en su núcleo familiar», asevera Molina. José Antonio Tamayo, por su parte, considera en la misma línea que «se tiene un problema de juego cuando uno tiene dificultades para controlar su participación en él (juega o gasta más de lo que inicialmente se propone, fracasa reiteradamente en sus intentos de no volver a hacerlo o de reducirlo) o le está ocasionando perjuicios en algunas áreas de su vida (endeudamiento, trabajo, relaciones familiares y abandono de responsabilidades). Hablamos, por tanto, de un criterio funcional que apunta al grado de interferencia o desadaptación causado por el juego en la vida de cada persona, y la gravedad del problema dependerá de la gravedad de las consecuencias y del menor control que se ejerza sobre el comportamiento de juego».

Hasta el lugar en el que naces puede condicionar tu mayor o menos laxitud con el juego

Abunda este especialista en las secuelas que pueden llegar a ser muy serias y afectar gravemente la vida del jugador. «Por lo pronto, además del malestar que conlleva sentirse atrapado en un comportamiento que no se está pudiendo controlar, son frecuentes los problemas depresivos, el empleo de la ocultación y el engaño para mantener el juego, la pérdida de confianza de los seres queridos, las deudas, la desatención de áreas antes importantes en su vida personal, problemas laborales y legales, a veces también concurre otra adicción a otras sustancias o a otro tipo de juego».

Los dos expertos subrayan que el hábito al juego obedece a causas multifactoriales y el condicionamiento de su origen puede provenir hasta desde el lugar en el que se nace, puesto que en Oriente se ve el juego de azar con «mayor laxitud», se crece en un entorno más favorable al juego, justo lo contrario de lo que sucede en la comparativa con Occidente con el alcohol, remarca Molina.

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