Sorteo de navidad

La vida antes y después de un premio millonario

La reacción de los agraciados es imprevisible: unos presumen y otros lo esconden incluso a la familia. ABC recoge historias reales de premiados

La vida antes y después de un premio millonario j. flores

m. j. pereira

Esta noche muchos sevillanos se acostarán con la ilusión de despertar millonarios gracias al sorteo de la Lotería de Navidad. Después de un premio millonario siempre hay un antes y un después. Pocos lo proclaman a los cuatro vientos y la mayoría lo esconde para que los amigos y familiares no les pidan dinero o por miedo a un secuestro. A diferencia de lo que ocurre en Estados Unidos, donde los agraciados se fotografian con un cheque gigantesco en el que puede leerse la cantidad que reciben, en España raramente un nuevo millonario de la Lotería o de la ONCE sale a la luz pública por voluntad propia. Desde 2011, en Sevilla cuatro personas han ganado en el Euromillón, la Lotería Primitiva o la Lotería Nacional 121, 67, 36 y 24 millones de euros, los mayores premios que se han entregado en la provincia.

Para que la identidad de esos nuevos millonarios no trascienda, los bancos suelen repartir el dinero en cuentas de distintas sucursales. A pesar de ello, en muchas ocasiones termina trascendiendo la identidad de los agraciados, la mayoría de las ocasiones por imprudencias de ellos mismos.

Francisco José Delgado Rodríguez, el hijo de un panadero de Pilas, ganó 121 millones en el Euromillones en 2011, el mayor premio de los juegos de azar que se ha concedido en Sevilla. Francisco, apodado «el Charolo», ha comprado varias viviendas en una urbanización del pueblo para sus hermanas y sus padres, así como para él. Aunque sigue frecuentando Pilas, el nuevo millonario trasladó su residencia a un lujoso piso en el centro de Sevilla. «El Charolo» se ha convertido en un treinteañero de oro y ha pasado de llevar una Vespa a conducir Porsches. Francisco no se esconde y sigue saliendo con sus amigos de siempre, pero tiene aleccionadas a todas las personas de su entorno para que no hablen de él.

A diferencia del millonario pileño, el exbombero al que en 2013 tocaron 67 millones en La Primitiva ha preferido quedarse en el Polígono de San Pablo y repartir el premio con sus tres hijos. R. C. M., de más de 78 años, vive tranquilo junto a su esposa en un modesto piso del barrio, a pesar de que tiene una abultada cuenta corriente.

Otros premiados, sin embargo, prefieren esconder su fortuna, incluso a su propia familia. Un cartero de Sevilla al que tocó casi un millón de euros siguió repartiendo cartas después del premio y no dijo nada a su hijos por temor a que cambiaran de comportamiento si sabían que tenía dinero. Tampoco comunicó el premio su mujer. Cuando dos años después falleció el cartero y el banco comunicó a la esposa que su marido tenía casi un millón de euros, la señora rompió a llorar y profirió insultos contra su esposo. No podía entender cómo le había ocultado algo así cuando ella fregaba suelos para ganar dinero y sus hijos y nietos vivían con ellos porque estaban en el paro.

Antes de que llegara el euro, un sevillano premiado en la Lotería tampoco comunicó a su esposa la noticia y escondió en varias cajas de zapatos 50 millones de las antiguas pesetas por miedo a que la gente empezara a pedirle dinero, según fuentes consultadas por ABC. Al morir el marido, la mujer hizo limpieza en el armario para llevar su ropa a las Hermanitas de los Pobres. Fue así como se llevó una de las grandes sorpresas y decepciones de su vida.

El miedo parece ser una constante en los premiados. Un vigilante jurado de Sevilla resultó agraciado con dos millones, lo que le hizo entrar en pánico. «Tenía una hija y temía que fuera secuestrada. La primera noche la familia no durmió en su casa. Poco tiempo después se relajó y lo festejó», según ha podido saber ABC.

Las reacciones de los premiados son tan imprevisibles que en ocasiones cortan toda relación con la familia. Un cocinero sevillano que trabajaba en un bar del barrio de Santa Cruz fue agraciado con 9 millones de un cupón de la ONCE. Dejó de trabajar y desde entonces apenas mantiene relación con sus hermanos y padre. En su familia se lamentan de que ni siquiera haya ayudado a tres hermanos en el paro. «Sólo le deseo mucha salud para que lo disfrute», dice irónicamente uno de sus hermanos.

Los premiados con el Gordo del sorteo de la Navidad de 2006 compartieron, sin embargo, su alegría con todo el mundo e incluso dieron una fiesta en El Ventorrillo Canario, en Camas, donde trabajaban veinte de los premiados. Los empleados que llevaban un décimo ganaron 300.000 euros. Hubo otros, como un maître y su mujer, que compraron siete décimos. Todos volvieron a sus puestos salvo el maître porque le quedaba un mes para jubilarse. Álvaro, un administrativo del restaurante, usó el dinero para que sus hijos se licenciaran en universidades extranjeras, mientras que Merche terminó de construir su casa, se casó y aún tiene algo ahorrado.

La vida antes y después de un premio millonario

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