«La isla mínima»: las claves de su éxito en los Goya 2015

La película de Alberto Rodríguez demuestra que en España se puede rodar cine de género de forma sobresaliente

«La isla mínima»: las claves de su éxito en los Goya 2015 reuters

p. pazos

El triunfo de « La isla mínima » en los Goya 2015 es el triunfo del cine de género, rara avis en el cine español, habitualmente entre temoroso y alérgico a la hora de ir más allá de esos grandes contenedores que son el drama y la comedia. También representa el éxito de un filme que, por fin, ha puesto de acuerdo a crítica y público: diez cabezones y 5,2 millones de euros en la taquilla (más de 870.000 espectadores, según el ICAA). Desde antes de su estreno, el pasado 26 de septiembre, ya circulaba un runrún cada vez más insistente: «es la mejor película española del año».

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Esos complejos que suelen afectar al séptimo arte español a la hora de atreverse con el género, en este caso a caballo entre el cine negro y el thriller, no los comparte el director sevillano Alberto Rodríguez . Ya lo había demostrado con la vibrante « Grupo 7 », sobre una unidad policial de métodos poco ortodoxos durante la Expo 92. Ocurrió que, en los Goya de 2013, se llevó un chasco considerable: solo dos galardones pese a contar con 16 nominaciones. Pero esto no arredró a Rodríguez, que volvió a la carga con un trabajo más sutil y profundo.

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«Soy un gran espectador de cine negro y lector de novela negra. Mi coguionista, Rafael Cobos, también. Hemos metido en una batidora lo que hemos visto y leído en los últimos 30 o 40 años, con lo que cabe desde Pilar Miró a Ladislao Vajda con 'El cebo'. O 'Conspiración de silencio', que es de las que más influyen en esta película », explicaba el cineasta andaluz en una entrevista con ABC el pasado mes de septiembre.

«La isla mínima» es un relato de puro cine negro, pero también radiografía histórica, ambientada la película en las marismas del Guadalquivir en 1980. Lugar y época que actúan como un personaje más, con un peso indudable en la trama. «La película funciona en dos planos. La investigación criminal y, por debajo, el río subterráneo de 1980, un año complicado, con los protagonistas como metáfora de los que apoyaban la democracia y los que provenían del antiguo régimen», describía Rodríguez en esa entrevista.

Actores en estado de gracia

Meticuloso como pocos, Rodríguez hizo algo poco habitual en el cine nacional: ensayar durante semanas con sus actores. Y esto se plasmó en un perfeccionismo que se percibe a lo largo de todo el metraje. «Alberto hace que uno se llene de cosas, que tengas mucha información para que luego brote en pantalla», detallaba a ABC Javier Gutiérrez .

No sospechaba por entonces el actor (desde esas palabras han transcurrido más de cuatro meses), o al menos no lo verbalizaba, lo que vendría después: mejor intérprete en el Festival de San Sebastián y en los Goya. Anoche se deshacía en elogios hacia Rodríguez («Viva la madre que te parió») pero él fue el gran culpable de su triunfo al servir el mejor papel de su carrera en el rol de Juan, policía de vieja escuela, cínico, de turbio pasado, que acaba redimiéndose de sus pecados.

Todo el elenco de la cinta ralla a un nivel soberbio. Junto a Rodríguez, era candidato también a mejor actor el coprotagonista de «La isla mínima», Raúl Arévalo , en el filme su compañero de fatigas, un tipo muy diferente, de la nueva ola, más progresista. A Arévalo, cabezón en mano, le dijo Gutiérrez que pronto cambiarían las tornas y sería él quien le aplaudiría. «El actor con más futuro del cine español», le piropeó.

No van a la zaga los secundarios, empezando por la compostelana Nerea Barros , Goya a la mejor actriz revelación por enfrentarse al reto de encanar un personaje, Rocío, que le superaba en edad. Y que no era nada sencillo: una mujer fuerte pero que vive a la sombra de su marido, un Antonio de la Torre en su magnífico nivel habitual. Junto a ellos, un puñado de estupendos actores de reparto como Mercedes León, Jesús Carroza y Jesús Castro.

Alardes técnicos

Película redonda, «La isla mínima» también deslumbra en los apartados técnicos. Su éxito viene a recompensar el esfuerzo de haber rodado en plenas marismas del Guadalquivir en condiciones muy adversas. «Luce muy bien, pero fue muy durete. Rodamos entre octubre y noviembre: hacía mucho calor por el día, pero por la noche bajaban las temperaturas a 4 grados bajo cero. Nos constipamos varias veces», contaba Raúl Arévalo antes del estreno.

Penurias que valieron la pena. Los escenarios son espectaculares y dejan con la boca abierta en ciertos planos cenitales. Mención especial, en este punto, para la fotografía de Álex Catalán. Los Goya también reconocieron el trabajo de Julio de la Rosa, autor de la banda sonora.

En el magnífico guión que Alberto Rodríguez firmó junto a su inseparable Rafael Cobos rezuman Raymond Chandler y Manuel Vázquez Montalbán, autores de cabecera del sevillano, que se propuso coger el género [de las buddy movies, las películas de colegas policiales] «para subvertirlo». Una brillante subversión abrazada por la Academia y el público.

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