«La isla mínima» se hace máxima con diez premios en los Goya más brillantes
En una ceremonia magistralmente llevada por Dani Rovira, la película de Alberto Rodríguez arrasó

« La isla mínima » fue la gran triunfadora de la XXIX edición de los premios Goya dentro del formidable año que ha tenido el cine español. La obra de Alberto Rodríguez cosechó diez Goya y su voracidad no dejó muchos manjares para el resto de películas, todas excelentes, que había sido nominadas.
La velada empezó con un recital de canciones cantadas por parejas rematada por un «Resistiré» coral que era una fina y elegante reivindicación ante el ministro Wert, que estuvo en la gala y aguantó el «chirimiri» con buen humor y mucho talante.
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Aparte de «La isla mínima», el verdadero triunfador de los Goya fue, sin duda, Dani Rovira . De él se esperaba que estuviera muy bien porque tablas, talento y desparpajo tiene de sobra, que para eso es andaluz y, además, de Málaga. Sin embargo, las expectativas se superaron con creces. Rovira, con un guión que ni lo parecía, sino más bien esos monólogos medio improvisados que le han hecho famoso en toda España, bordó la presentación, agitó las butacas, hizo llorar de risa, bailó espectacularmente e hizo de la naturalidad su quehacer en todo momento de la actuación. Por ganar, hasta ganó el premio a actor revelación, algo que se veía venir. En suma, fue el Billy Cristal español, un actor fetiche para tener muy en cuenta en los Goya futuros.

En la gala en sí, «La isla mínima» arrasó desde el primer momento. Ya con las primeras nominaciones técnicas, el equipo de Rodríguez se llevó casi todo: el diseño de vestuario (inspirado en un policía real), el montaje (con mucha introspección en las piezas ocultas para incorporarlas si era necesario) y en la dirección artística (las Marismas daban muchas posibilidades por el exterior, pero la atmósfera angustiosa de los interiores remató el premio).
Además, la película de Rodríguez se llevó el primer premio gordo de la noche con el papel de actriz revelación, que pilló tan de sorpresa a Nerea Barros que la gallega se echó una llorera que apenas la dejó hablar. No hubo sorpresa en la dirección de fotografía porque la realizada por Alex Catalá en «La isla mínima» era insuperable, difícil de derrotar. Una de las sorpresas de la noche fue el Goya para Karra Elejalde , no porque no lo mereciera, sino porque el gran favorito era José Sacristán. Sin embargo, si alguien podía derrotarle era el secundario de « Ocho apellidos vascos », con una actuación magistral, llevándose así su segundo Goya. También la misma película se llevó el premio a la mejor actriz secundaria con la gran Carmen Machi , en un trabajo sublime. Elejalde tuvo un recuerdo para Alex Ángulo y Machi para Amparo Baró. A esa altura de la gala, la ventaja de «La isla mínima» era sustancial con cinco Goya por dos de «El Niño» y «Ocho apellidos vascos», estos últimos importantes.
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Tras una desgraciada actuación, sin gracia y aburrida, de Alex O’Dogherty, aparición que casi arruina la gala, llegaron los premios gordos. En ellos la película de Rodríguez remató la faena: mejor guión original, película, director y, sobre todo, mejor actor para un Javier Gutiérrez, que hizo realidad su gran favoritismo, lo mismo que Bárbara Lennie como actriz en « Magical Girl ».
El balance final fue claro: «La isla mínima» se llevó diez Goya, le siguió «El Niño» con cuatro, «Ocho apellidos vascos», con tres, «Mortadelo», con dos y «Magical Girl, con uno.
Antonio y su bandera
El Goya de Honor que recibió Antonio Banderas estuvo lleno de sentimiento de principio a fin. Ya al llegar al recinto la gente en la calle le mostró un cariño enorme, fue el más aplaudido, el más requerido, el que más firmó y él respondió siempre con amor para todos.

La presentación de su Goya fue un montaje espléndido, muy elaborado y hecho desde la admiración a su inmenso trabajo. Se lo dio Pedro Almodóvar ( el único que se mostró descortés con Wert ) para dar entrada a un discurso realmente sentido del malagueño.
Banderas agradeció a todos los que le ayudaron en su carrera, pero no solo a la gente conocida, sino a la oculta: electricistas, maquilladores, familiares, figuras desconocidas que le ayudaron desde que llegó a Madrid con mil pesetas y un millón de ilusiones. Como dijo, «la aventura continúa...».
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