PNV y PSE: una historia de encuentros y desencuentros
Desde 1986, los socialistas han salido a menudo en ayuda de los nacionalistas. La última, tras las elecciones del 24-M. Una relación llena de turbulencias
El pasado 12 de junio PNV y PSE anunciaban que habían llegado a un acuerdo «para la conformación de mayorías estables en las instituciones forales y locales». Un pacto que propiciaría que los nacionalistas se hicieran con los grandes focos de poder en el País Vasco gracias a la inestimable aportación de los socialistas, facilitadores de escaños para suplir un hándicap: los jeltzales fueron los más votados el 24-M pero sin alcanzar las necesarias mayorías absolutas en las grandes instituciones.
En la práctica, y a grandes rasgos, el acuerdo se tradujo en gobiernos de coalición en las tres Diputaciones forales, donde el PNV llevará la voz cantante, y un apoyo mutuo a nivel municipal. Allí donde fueran los nacionalistas la fuerza más votada, les apoyarían los socialistas. Y viceversa. Lo que, a su vez, se traduciría en el control por parte de Sabin Etxea de las tres capitales de provincia, una vez confirmado que aceptaban propiciar el desalojo de Javier Maroto en Vitoria que venía propiciando Bildu.
El entendimiento entre PNV y PSE no cogió a nadie por sorpresa. El PP ya apuntó en esa dirección semanas antes de que arrancara la campaña siquiera. Bildu también lo daba por hecho. En el triunfal día después de los comicios, los nacionalistas ya hablaban de los socialistas como sus «socios preferentes». Maquillaban sus palabras al afirmar que también tendrían en cuenta al «resto de fuerzas».
El pacto bicéfalo se firmó el pasado viernes, víspera de la designación de alcaldes en toda España. Tan solo 24 horas después, el sábado, aparecieron las primeras grietas. El detonante: Andoain, Guipúzcoa. Uno de los tres ediles del PNV se salta el acuerdo y, en lugar de votar a la candidata del PSE, se abstiene. Resultado: la alcaldía acaba en manos de Bildu. Los socialistas, que un día antes habían confirmado su apoyo al candidato del PNV en Vitoria, Gorka Urtaran, para desbancar a Maroto, con los abertzales moviendo hilos en la trastienda, anuncian por boca de su secretaria general que retiran ese apoyo , en una suerte de represalia política (pese a lo cual, Urtaran obtuvo la alcaldía).
Desde entonces, el PNV intentó templar los ánimos de sus socios. El presidente «jeltzale», Andoni Ortuzar, decía este mismo lunes que entendía la decisión «en caliente» del partido liderado por Mendia. Andoain y Vitoria, decía, no eran más que «pequeños desencuentros». La situación se podía «reconducir». Y así fue: tras asegura el secretario de organización del PSOE, César Luena, que el pacto seguía «vigente», la ejecutiva del PSE refrendaba el acuerdo .
Precedente autonómico en 2013
Durante el proceso de «cocina» de este último acuerdo, que duró unos diez días, fueron constantes las alusiones al precedente de entendimiento más inmediato entre PNV y PSE: el suscrito en septiembre de 2013, a nivel de gobierno autonómico, y bautizado como acuerdo para « conseguir una Euskadi más moderna, solidaria, sostenible y competitiva ». Una forma pomposa para nombrar el auxilio de los socialistas vascos a Urkullu para que pudiera sacar adelante sus presupuestos.
El acuerdo constaba de cuatro puntos: impulso a la economía productiva y a la creación de empleo; en el terreno de la fiscalidad, lucha contra el fraude y nuevo sistema tributario; revisión de la arquitectura institucional vasca y reforma de la Administración para hacerla más competitiva, eficiente y sostenible; y acuerdo para el sostenimiento de nuestro modelo social y de los servicios públicos esenciales.
Un pacto que sobrevoló de forma más o menos palpable las negociaciones de las últimas fechas. El PNV no ocultó que le gustaría que el nuevo entendimiento, a aplicar en Ayuntamientos y Diputaciones, se hiciera también extensivo al Parlamento de Vitoria, pues no tendría sentido, argumentaban, «andar a la gresca» en la cámara autonómica y de la mano en el resto de instituciones. Mendia respondió en más de una ocasión que su intención era desligar ámbitos y seguir jugando el mismo papel en la oposición, con acuerdos y desacuerdos. Más tarde matizaría que cuadrar el puzzle del 24-M podría llevarles a un mayor entendimiento también en el Parlamento.
Favores desde 1985
Si bien el último acuerdo, el de este 2015, permite al PSE formar parte de las grandes instituciones vascas, no es menos cierto que el principal beneficiado es el PNV, que pasa a liderar los seis grandes focos de poder. Una entente que obliga a retroceder tres décadas con ayuda de la hemeroteca, hasta recordar la primera ocasión en que los socialistas aparecieron en escena para auxiliar a los nacionalistas . Fue en diciembre de 1985, cuando el entonces lendakari Carlos Garaicoechea deja el sillón de mando un año y medio después de vencer en las elecciones del 84, y funda Eusko Alkartasuna. Le sucede Juan Antonio Ardanza, quien logra mantener el cargo gracias a la ayuda del PSE.
Ardanza convoca elecciones anticipadas en noviembre de 1986 y sufre un batacazo: pese a ser primero en número de votos, se deja casi la mitad de escaños y pasa a ser la segunda fuerza (17), por detrás del PSE (19). Los socialistas, tras un intento frustrado de gobernar con EA y Euskadiko Ezkerra (EE), protagonizan un giro de difícil comprensión cuando viven su mejor momento y el PNV ha tocado fondo: les ceden la presidencia autonómica y le suman las consejerías de mayor relevancia, Interior y Hacienda.
El entendimiento se prolongaría hasta 1998. A lo largo de esa docena de años fueron varias las elecciones y diversos los pactos entre ambos partidos, con intermitencias. Así, tras unos comicios, los del 90, en los que el PSE pagó su labor de báculo de los nacionalistas, y quedó fuera del gobierno autonómico, formado por PNV, EA y EE, acabó regresando al ejecutivo un año después, fruto del cisma definitivo entre los dos primeros, motivado por la sintonía entre Garaicoechea y Herri Batasuna.
El PSE siguió acusando el desgaste de actuar de muleta del PNV y en el paso por las urnas de 1994, pese a haber absorbido a EE, se quedó con apenas 12 escaños. Pese a todo, volvió a participar en un tripartito junto al PNV, con EA de nuevo como tercer vértice. Esta nueva alianza saltaría por los aires el 30 de junio de 1988. El motivo: el Pacto de Estella urdido por el presidente de los nacionalistas, Xabier Arzalluz, con la izquierda abertzale para negociar el final de ETA.
Durante las semanas previas a la ruptura, el PNV se había dedicado a lanzar constantes provocaciones en forma de acuerdos con la marca «abertzale» de entonces, Euskal Herritarrok. Presión al PSE para que fueran ellos quienes pusieran fin a su entendimiento y satisfacer así las demandas de la cúpula etarra. El entonces secretario general socialista, Nicolás Redondo, a tan solo unos meses de las siguientes elecciones, dio carpetazo a su unión con Sabin Etxea.
Paréntesis desde 1998
Desde ese año, 1998, arranca un largo paréntesis en los entendimientos entre PSE y PNV. Los acontecimientos posteriores, con Ibarretxe volcado decididamente en la apuesta soberanista, dibujaron escenarios bien distintos, con los socialistas más alineados con el PP y dos bandos bien definidos entre los partidos constitucionalistas y los soberanistas.
Volantazo que acabaría cristalizando en la proclamación del único lendakari no nacionalista de la democracia, el socialista Patxi López, gracias al apoyo del Partido Popular, en 2009. El pacto se prolongó hasta quebrarse en 2012.
Desde entonces, han sido dos las ocasiones -López fue, por cierto, quien firmó con Urkullu y Ortuzar el pacto de estabilidad de 2013- en las que el PSE ha recuperado la senda de las alianzas, marcadas por los encuentros y desencuentros, con el PNV. La historia muestra que estos han sido los grandes beneficiados.
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