Cinco siglos en pie entre diamantes
De bodas reales a representaciones de teatro callejeras, el Palacio del Infantado pugna ahora por hacerse con el reconocimiento de Patrimonio de la Humanidad por la Unesco
![Cinco siglos en pie entre diamantes](https://s2.abcstatics.com/Media/201412/15/fachada-infan--644x362.jpg)
Museo, biblioteca, archivo histórico, colegio para huérfanas de padres militares, salón de bodas reales y escenario para otras muchas más mundanas, el Palacio del Infantado aspira a convertirse en Patrimonio de la Humanidad en el mismo año en el que se cumple un siglo como Monumento Nacional. El conjunto declarado Bien de Interés Cultural (BIC) celebra ya cinco siglos en pie, a pesar de guerras, reformas (acertadas y no, depende del experto) y el exonerable paso del tiempo sobre sus reconocidos diamantes en la fachada, que lo han convertido sobre todo en el icono por excelencia de la ciudad de Guadalajara.
«Trabajaremos entre todos para preparar ese expediente que ojalá conduzca a que esta gran joya merezca la calificación de ser Patrimonio de la Humanidad de la Unesco», declaraba Marcial Marín , consejero de Educación, Cultura y Deportes durante una visita a Guadalajara, donde anunciaba que el Gobierno regional había seleccionado este inmueble para agregarlo a la «lista indicativa» de posibles nuevas incorporaciones.
El alcalde de Guadalajara, Antonio Román , puntualizaría después que no era la primera vez que desde el Ayuntamiento se había intentado obtener este reconocimiento que avala el valor del edificio, cuya construcción se empieza a plantear en 1480 sobre el terreno donde se encontraba la vivienda de Pedro González , el primer Mendoza alcarreño, señor de Hita y Buitrago.
Allí, el segundo duque del Infantado, Íñigo López de Mendoza y Luna decide construir su nuevo palacio « por acrecentar la gloria de sus progenitores y la suya ». Le encarga al arquitecto Juan Guas la fastuosa obra, de cuya imaginación salen los diamantes de la fachada, que copiarán los arquitectos del Quattrocento italiano y que se convertirá en algo así como la firma de Guas. Pero no son un mero detalle decorativo, sino que también sirven para otorgarle estabilidad al edificio. Los elementos góticos y andalusíes se mezclan en toda la obra, sobre todo en el patio de los Leones, ideado por el maestro de cantería Egas Cueman .
Tras su edificación, el palacio sirvió de escenario para la boda de el rey Felipe II con Isabel de Valois en 1560, así como el lugar del enlace entre Felipe V e Isabel de Farnesio en 1714. Entre sus muros también residió l a viuda de Carlos II, Mariana de Neoburgo , hasta su muerte tras su vuelta a España después de su exilio en Bayona. Hechos que dan cuenta de la importancia del edificio para la nobleza de la época.
Sin embargo, cuando los Mendoza abandonan Guadalajara para asentarse en la Corte, el palacio del Infantado queda abandonado. A finales del siglo XIX, el XV Duque del Infantado cede la mitad del espacio al Ayuntamiento, con lo que comienzan sus usos sociales. Estalla la guerra y el inmueble es cedido al Ministerio de Guerra para utilizarlo como colegio para huérfanas militares, aunque este uso sería bastante efímero.
El fuego marca el impás
El 6 de diciembre de 1936 el edificio es bombardeado , perdiéndose los techos, los forjados de madera y toda la decoración interior a causa de un incendio. Se perdió todo menos la estructura, cuyos diamantes en la fachada seguían desafiantes al tiempo y a la historia. El arquitecto Aurelio Botella fue quien ayudó a mantener en pie esos muros hasta el fin de la contienda, apuntalando las salas del Duque y donde en la actualidad se albergan las exposiciones temporales del museo.
El guadalajareño Francisco Layna Serrano es nombrado presidente provincial de la Comisión de Monumentos, quien se fija en el estado ruinoso del palacio y le encarga la remodelación al arquitecto Íñigo Almech , aunque finalmente será Torres Balbás quien se haga cargo. Layna hace patente su amor por la provincia y se convierte en cronista oficial de Guadalajara, y escribe todos los pormenores de la obra en el Infantado. En esta obra también criticaría la reforma del V duque del Infantado, ya que, a su juicio, no se respetó el modelo original.
La última remodelación
La historia continúa con el Infantado en pie, aunque sin mucho cuidado por parte de la administración franquista. En el año 1960 se decide por fin una nueva restauración, también muy discutida, y se firma la cesión al Estado para que se convierta en un centro cultural , uso que ha permanecido hasta hoy. En 1972, tras un largo periodo de trabajos, se instala en el edificio el Archivo Histórico Provincial y la Biblioteca Pública Provincial de Guadalajara, que permanecerán allí hasta 2004, en el caso de la biblioteca, y 2013 del archivo. En la actualidad en su interior se ubica el museo provincial en las salas del Duque, aunque la Junta estudia abrir más estancias y ampliarlo, según aseguró Marín el mismo día en que anunció la candidatura del Infantado a Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
Pero aparte de la historia, en torno al edificio y de los grandes y famosos nombres que le afectaron, el Palacio del Infantado hoy en día es el icono de la capital alcarreña y centro de la actividad ciudadana en las citas culturales más importantes de la ciudad: el Maratón de Cuentos y el Tenorio Mendocino . Ambas son las fechas en las que los vecinos recuperan el espacio, dándole vida a sus pasillos, a su famoso patio —en el que, para entrar, la Junta decidió cobrar entrada , medida que echó atrás tras unos meses por el descontento de la ciudadanía—, a su jardín en forma de laberinto.
Música, poesía, letras, mercadillos, jóvenes, ancianos, pululan por el edificio, que revive sus mejores tiempos. Todos se mueven dentro de un edificio paradigmático, reconocido ahora con más cariño que admiración por los guadalajareños y cuyo nombramiento como Patrimonio de la Humanidad podría hacer ver la verdad: cinco siglos ligados a las más altas esferas de la historia de España.
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