El ensayo del crimen cobra fuerza

Un episodio de malestar de la niña y la extraña desconexión de la alarma de la casa de Teo cuatro días antes del crimen apuntan a un ensayo de la muerte que su cuidadora reforzó

patricia abet

Del r eguero de relatos que se pudieron escuchar ayer en el salón de bodas de Fontiñas, uno de ellos conecta directamente con el día en el que cree que los padres de Asunta ensayaron, presuntamente, su muerte. La que volvió a poner el foco de atención sobre esta enigmática jornada fue la cuidadora de la niña, que recordó que esa mañana no estuvo en casa de Rosario porque —según el relato de la madre— «se había quedado en casa de Alfonso porque se encontraba mal». La testigo habla de la mañana del miércoles 18, el mismo día que la acusada escribió una carta al tutor de la víctima para explicarle que ese día Asunta faltaría al instituto porque sufría «graves vómitos». El episodio empata con otra situación para la que los padres de la menor no tienen explicación, la desconexión de la alarma de la casa de Teo el día anterior entre las 19.35 y las 22.40 horas. Un intervalo horario en el que no se sabe dónde estaba Asunta, ni dónde estaban ellos. Los acusados niegan que fuesen a Montouto esa tarde, pero son los únicos que tenían llaves de la finca según confirmaron varios testigos.

Mal sabor de boca

A propósito de la mañana de ese miércoles que la pequeña falta a clase, la cuidadora sostiene que estaba en la vivienda de Basterra. Una afirmación que desmonta la versión de los padres, que defendieron durante sus interrogatorios que la niña estuvo convaleciente «con fiebre» en casa de Rosario Porto. Es más, el fiscal mostró un whatsapp en el que Basterra le decía a Porto que la niña se encontraba mejor y los dos insistieron en que «habría pasado por allí a lo largo de la mañana», negando visita alguna a la casa del padre. Al día siguiente, la cuidadora preguntó a la niña si se había encontrado mal y, reveló, «me dijo algo que yo pasé por alto: No, estoy bien, solo tengo mal sabor de boca».

Ante las afirmaciones que este miércoles se escucharon en sala, los dos acusados por el crimen reaccionaron con igual actitud que la mostrada durante sus interrogatorios. Porto osciló entre el sollozo y el llanto cuando se mencionaban pormenores de la muerte o en el momento de la visualización de algunas imágenes de su hija. Basterra, mucho más calmado, reaccionó impasible ante la narración de momentos de la vida cotidiana . Cuando llegó el turno de las profesoras, su gesto mutó en desafiante e incluso llegó a negar con la cabeza.

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