La centena

La alcaldesa de Lugo parece corta de obras e intenciones, penuria que sería disculpable si se compensase con una actitud de respeto hacia el empleo que luce

juan soto

Balance de los cien primeros días de los nuevos ayuntamientos. Se resume en una palabra: decepción. Para la campaña electoral es suficiente retórica y escenografía, pero para afrontar los problemas de un municipio hacen falta iniciativas, sensatez y capacidad, ingredientes todos ellos de circulación muy escasa en las alcaldías.

El caso de la corregidora de Lugo resulta claramente ilustrativo. Sobrevenida a un cargo que le viene más ancho que la hopalanda del cardenal Quiroga a un monaguillo, la centena de su mandato se equipara a aquello que le endilgaban a Mayalde: por las mañanas hace nada y por la tarde lo pasa a limpio. Se entiende, cómo no, que encontrar sitio donde aparcar constituya preocupación cardinal entre los automovilistas, pero reducir la acción de gobierno al cumplimiento de una sentencia sobre el sistema ORA parece, en principio, un bagaje canijo para una ciudad que acumula problemas de jerarquía mayúscula.

Hay políticos tan hábiles que alivian su inanidad con la exhibición de un variado repertorio gestual. Al respecto, todavía se mantiene imbatible la cota del profesor Tierno, capaz de convertir el latín en expediente de autoglorificación. Esto de reemplazar la incompetencia por la apariencia suele estar indisolublemente vinculado a lo que los antiguos manuales de seducción llamaban «estrategias de adorno». La alcaldesa de Lugo parece corta de obras e intenciones, penuria que sería disculpable si se compensase con una actitud de respeto hacia el empleo que luce. Así como para desempeñar el edilicio de Cultura debería ser exigible el conocimiento de las cuatro reglas, la idoneidad para la ostentación de una alcaldía tendría que acreditarse mediante un somero calibre de los dedos de frente.

La señora Méndez es muy libre de plegarse a las órdenes de quienes la han aupado a un grado que la supera, pero por encima de las claudicaciones personales están las obligaciones del cargo. No son las menores de entre ellas las que afectan a cuestiones de vivienda, suelo, carreteras, ferrocarriles y transporte terrestre, casualmente áreas competenciales del ministerio de Fomento. La ministra de Fomento, recuérdese, se llama Ana Pastor. Hace unos días estuvo en Lugo. La alcaldesa no encontró hueco en la agenda para reunirse con ella. Quizá dormía la siesta.

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