La gran estafa

La sociedad gallega no ha comprado la mercancía caducada del nacionalismo

Luis Ojea

Resulta indecoroso el papel que ha jugado el nacionalismo galaico, aplaudiendo a Mas y sus mariachis, en la gran estafa que ha sido la campaña catalana. También muy revelador de las estrategias diferenciadas que sigue cada clan para las generales de diciembre. Mientras la UPG desplazó al portavoz de su marca blanca a Barcelona en la víspera de la Diada, Beiras prefirió permanecer en un segundo plano. Unos apuestan por el independentismo sin caretas, ya evidenciaron hasta donde son capaces de llegar al compartir lista con Bildu para las europeas; y otros prefieren camuflar sus pretensiones secesionistas en sermones altermundistas.

La U ya ha demostrado que prefiere llevar a la marginalidad política a su marca, ya se buscará otra máscara, antes que volver a ceder a posiciones más templadas. Pero a Beiras eso no le vale porque sueña con ser el nuevo Pablo Iglesias de la periferia para que le veneren en cuatro tertulias televisivas madrileñas. Con estos mimbres era imposible que alguien se creyese que iban a confluir en una lista única. Su camino se bifurcó en Amio por más que compartan un mismo horizonte e igual desprecio por los verdaderos intereses de los gallegos. Ellos que tanto se ufanan de ser los únicos defensores de esta tierra, que hasta se arrogan la capacidad de otorgar carnés de buen gallego, defienden un proceso sedicioso contra el Estado de Derecho que llevaría a esta comunidad dos siglos atrás.

El principio de solidaridad implícito en la España de las Autonomías le supone a Galicia 4.000 millones al año, el 7 por ciento del PIB. Pero la factura del delirio independentista va mucho más allá por el difícilmente cuantificable impacto de la deslocalización de empresas a las que no les interesa quedarse fuera de la Zona Euro. Y eso es lo que esta tropa plantea cuando apoya Mas y habla de República Gallega. En Cataluña los cuentacuentos nacionalistas han engañado a la mitad de la sociedad y han tomado al resto como rehenes para perpetrar una gran estafa al conjunto de España. Es bochornoso que la caverna de aquí se suba sin pudor a ese carro que lleva hacia el abismo. Afortunadamente, la sociedad gallega ha sido lo suficientemente madura para negarse a comprar ese tipo de mercancía caducada.

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