Una reforma necesaria

Más allá de cálculos cortoplacistas o complejos inexplicables, el sistema electoral debe cambiarse porque la inestabilidad no genera nunca bienestar

Luis Ojea

En los apenas tres meses que han transcurrido desde los comicios locales ya se ha consumado una moción de censura en Boimorto y hay otra al parecer cocinándose en Miño. En ambos casos, y muchos más por toda Galicia, fueron proclamados allá por el mes de junio alcaldes que no obtuvieron la confianza mayoritaria de sus vecinos. Es legal, pero también políticamente insostenible que grupos que no consiguen ni el 20 por ciento de respaldo en unas elecciones se hagan con el poder o condicionen la gobernabilidad de un ayuntamiento a base de burdos chantajes a los partidos mayoritarios.

El mapa de poder municipal muy poco tiene que ver en muchos sitios con el resultado de las elecciones y eso, por muchas vueltas que se le quiera dar, no tiene sentido alguno. Más temprano que tarde habrá que reformar la ley para evitar escenas que la sociedad rechaza mayoritariamente, como evidencian todas las encuestas que se vienen publicando en los últimos tiempos.

El mejor sistema, el mayoritario, puede resultar complicado de importar porque supondría una auténtica revolución de la cultura política y toparía con muchas resistencias al principio. Más sencillo, a priori, puede resultar un consenso para modular el modelo proporcional con primas al vencedor o establecer una segunda vuelta, fórmulas que se han experimentado con éxito en países de nuestro entorno.

El PP pudo hacerlo hace un año, pero al final decidió aparcarlo. Y el PSOE, el BNG y las mareas jamás respaldarán una reforma de ese tipo porque en la actual coyuntura se verían obligados a algo de lo que son metafísicamente incapaces, pactar de antemano una alternativa conjunta, algo que ni siquiera pudieron articular después de los comicios municipales en plazas como Santiago. En lo único que están de acuerdo es en configurar un cordón sanitario contra la derecha en torno a una etérea y errada oda a favor del incremento del gasto público y con esos ingredientes la mezcla no liga, como se está volviendo a evidenciar en el sainete que reproducirán este fin de semana para configurar las varias mareas que parece que competirán en esta Comunidad por un asiento en el Congreso cuando Rajoy convoque elecciones.

Más allá de cálculos cortoplacistas o complejos inexplicables, la reforma del sistema electoral es necesaria porque la inestabilidad no genera nunca bienestar.

Una reforma necesaria

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