pazguato y fino
Escándalo en Boimorto
El verdadero escándalo no es la moción de censura, sino que gobierne un alcalde con un concejal
Poco han tardado los tambores de las mociones de censura en hacer sonar su melodía fúnebre. Tocan a muerto (político) y aún no nos hemos respuesto del susto colectivo de las municipales. Y tras ellas, la siempre denostada figura del tránsfuga, superviviente incluso de una reforma electoral que limitaba su capacidad para poner precio —metafórico o en efectivo— a su voluntad.
Sin embargo, el escándalo de Boimorto no es la moción de censura de un posible tránsfuga para que gobierne el partido más votado en las elecciones y al que le faltaron un puñado de votos para la mayoría absoluta. El verdadero escándalo es que gobernase un alcalde con el 19% de los sufragios y un único concejal, dos en total de una corporación de once. La anomalía convertida en hábito.
Esta es la perversión a la que estamos sometiendo a la democracia. Antes, para gobernar, había que quedar primero. Desde que el PSOE adoptó la tarifa plana de cesiones contra el PP —le vale cualquier cosa para evitar que gobierne la derecha—, sirve incluso quedar segundo. Pero roza lo insultante que quedar tercero sea suficiente para conseguir un bastón de mando: se da por descontado que los socialistas se humillarán y entregarán el poder.
Si el tránsfuga merece o no tal consideración dependerá de la comisión judicial que la ley electoral prevé en estos casos. Si ha aprovechado una laguna legal para jugar sus bazas, ya tenemos razones para plantear una reforma. Pero desde luego, su decisión está más cerca de lo que votaron los boimortenses que de lo que se pactó en los despachos.
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