Personas en forma de semilla

Como en las epopeyas griegas, cuando los héroes eran recordados por sus grandes hazañas, los hechos de las personas «corrientes» germinan hasta transformarse en historias recordadas por sus descendientes. Las aventuras que sufrieron los numerosos gallegos que cruzaron el charco en busca de «una vida mejor» son conocidas por pocos , y los logros y victorias que consiguieron una vez instalados, lo son todavía menos.

Uno de esos protagonistas sí tiene nombre y es además miembro de la Real Academia Galega (RAG) y autor de un gran número de obras que son reconocidas a nivel internacional como puede ser Memorias dun Neno Labrego , publicada en Argentina en 1961. Cuando decidió emigrar en 1949 no contempló entre sus planes el no volver a su tierra natal. Tal y como comenta a ABC, «trabajaba allí por un salario, pero mi mente y mis pasos siempre han estado en Galicia» . Y así fue durante sus 43 años en el continente americano, de los que pasó 12 en Argentina y casi 30 en Cuba. Sus acciones tenían siempre una dirección única. «Los únicos libros que leía en ese período estaban en gallego, fui un activista cultural, fundé periódicos... Nunca llegué a irme de Galicia».

En su última publicación, «Semente Galega en América» , presentada el pasado jueves en Santiago, recoge parte de esas memorias que quedaron en América , pero que brotan todavía hoy en día. Los nombres de sus héroes tienen algo en común: todos son gallegos. Aunque se quedó con cien, «podrían ser muchos más», asegura el censureño emocionado por los recuerdos.

Algunos de ellos, como Manuel Iglesias , siguen teniendo espacio en las memorias de los argentinos. Este vecino de Pontecesures, « hizo el primer coche que entró en Argentina , todavía hoy se puede visitar en un museo de Campana». Esto sucedía en 1907, antes incluso de que el escritor naciera, pero «seguirán siendo recordados, porque sus obras fueron de gran transcendencia para el país». Otro miembro de los 100 elegidos es Carlos Gardel, conocido como el fotógrafo estradense «adelantado a su tiempo».

El autor de Tempo Novo califica la obra de un documento de gran carga informativa que acerca el conocimiento de unos años de mucha emigración. «En el año 92 regresé con mi mujer a Galicia, y desde entonces sigo trabajando para no perder todos los buenos recuerdos».

A sus 86 años, cuenta con todas las fuerzas, y los recuerdos perduran en su memoria igual o mejor que antes. «Seguiré escribiendo hasta que me dejen y me lean» . Ya tiene algunos proyectos en marcha con el Consello da Cultura Galega, entre los que no descarta seguir recogiendo los frutos de estas semillas que plantaron en su día y que continúan dando sus frutos aun a posteriori. Él, atraído por lo que Castelao llamaría como «el cordón umbilical de la nostalgia», permanecerá aferrado a su pasado y a su Galicia.