No fue flor de un día

Que no se va, que no fue un simple calentón fruto del enfado, que no piensa dar marcha atrás. Manuel Martínez se planta y no va a facilitar a corto plazo que el PSOE pueda cicatrizar la herida por la que sangra desde que perdió la Diputación de Lugo, una hemorragia para la que Besteiro necesita algo más que una simple transfusión de autoridad. Tiene el liderazgo en la UVI, agravado por síntomas que nadie parecía ver en el partido pero que estaban a la vista de cualquier espectador avezado.

Lo chocante del asunto es que el PSOE se resiste a diagnosticar por qué pasó lo que pasó en Lugo, que en el fondo es lo que debería ocupar a Pilar Cancela y sus mariachis. El gabinete de crisis busca cómo coaccionar a Martínez —estrategia que les ha funcionado de maravilla hasta ahora, claro está— para que dé marcha atrás, e incluso pueden perdonarle el pecadillo de abochornar a su secretario general en público. Y si no, entonces sí lo expulsarán con todo el ruido posible para que quede claro que es un execrable desleal.

El problema de Besteiro ahora es que debe afrontar con suma debilidad las primarias para ser candidato a la Xunta —proceso comprometido desde hace meses—, y lo hace sin controlar la estructura provincial de su propio partido. En Orense lo desafían con abierta hostilidad tras malgestionar la pasada legislatura la crisis de la capital orensana; en Lugo, instalados en una guerra civil; en La Coruña, con las ciudades bajo mínimos y la amenaza de las Mareas; y en Pontevedra con un Abel Caballero que sólo se debe a sí mismo (y puede que a José Blanco).

Otra cosa es que nadie más esté en condiciones de dar el paso en esas primarias. No resulta el mejor de los consuelos para el PSOE, la verdad.