Un hombre valiente

No todo le iba a salir bien a José Ramón Gómez Besteiro en estas municipales. Apostando tan poco no podía llevarse tanto. Algún mecanismo celestial marcó este miércoles un punto de inflexión en la aparentemente triunfal trayectoria del secretario general del PSdeG, un escollo en el camino que le recuerda que en política no bastan las inercias, sino que a veces también se necesitan los principios.

Principios como que las personas están por encima de los cargos e instituciones, y que los miembros de un partido no son meras figuras de ajedrez que uno mueve a su antojo para dar jaque al rival. Principios como que no todo vale con tal de conservar el poder, que la dignidad de unas siglas no se vende por un gobierno local o provincial.

Todo esto necesitó de un actor principal, de un hombre valiente que se plantó ante la descarada extorsión de las minorías y dejó claro que sobre su conciencia no mandaban ni su partido, ni su secretario general. No hay disciplina de voto que pueda imponerse a un hombre convencido de su inocencia. No hay «interés general» que tuerza la voluntad del que se sabe íntegro.

Así lo entendió el alcalde de Becerreá. Aunque puede que en realidad todo fuera menos prosaico, y a Manuel Martínez no lo movieran los valores sino el ingente cabreo de quien se siente ninguneado por los suyos porque así lo exige un tercero. Ya saben, las emociones son el carburante más potente.

La victoria personal de Martínez es la derrota política más amarga de Besteiro. Es una abstención que clama a gritos contra la cesión al chantaje de Lugonovo, que costó la cabeza de Orozco y dejó un profundo sabor a fracaso en el seno del PSOE gallego. Su autoridad queda muy tocada: ya hay en Lugo quien no lo respeta. Mal mensaje ese.

Un sector del partido no estaba triste tras lo sucedido. Perdieron el gobierno pero recuperaron parte de su dignidad colectiva. Y todo, gracias a un hombre valiente, o puede que solo (muy) enfadado.