Primer fracaso político para Gómez Besteiro

La alegría aparente de los socialistas tras las elecciones municipales se ha esfumado. Su secretario general, José Ramón Gómez Besteiro , se las prometía felices tras obtener un resultado que «permite al partido gobernar tres de las cuatro instituciones provinciales» . Sin embargo, lo ocurrido ayer en Lugo demostró que los cálculos no siempre salen a la primera.

El líder socialista cosechaba este miércoles su primera gran derrota política y en su propia casa, evidenciando así una sucesión de fracasos que dejan al descubierto las carencias de su estrategia. El primer revés tenía lugar en el Ayuntamiento de Lugo. Orozco se veía obligado a ceder y marcharse a casa cumpliendo las exigencias nacionalistas. «Nadie le pidió que se fuera» , aseguraban desde el PSdeG, pero la prioridad era no perder la Alcaldía y las exigencias de Lugonovo y el BNG eran firmes.

El siguiente revés para Besteiro venía derivado de su decisión de irse al Senado. Tras conseguir la dimisión de la senadora Paula Fernández , y mantener en secreto su destino, sólo revelado por ABC el 2 de junio , se topaba con el bloqueo del PP a su candidatura debido a los obstáculos socialistas para renovar los órganos estatutarios. Y finalmente la propuesta oficial del partido para presidir la Diputación de Lugo se veía truncada.

La candidatura del alcalde de Becerreá, Manuel Martínez . se imponía a la del diputado Juan Carlos González Santín , hombre de su máxima confianza hasta hace poco tiempo. Los alcaldes y el círculo del secretario general se decantaban entonces por el regidor de la montaña y, hasta el último momento, se apuraron las declaraciones de apoyo. Pero Martínez venía acompañado de una imputación insalvable para sus socios del BNG.

Besteiro y sus colaboradores eran conocedores de esta exigencia y no hicieron nada para impedir el fracaso. Sólo a última hora del lunes aparecieron «por sorpresa» con un candidato bajo el brazo, pero ni así lograron evitar el batacazo. La rebelión en su provincia y las sucesivas renuncias dejan en evidencia al secretario general, que niega tomarse el mal resultado «como un fracaso personal» y lo limita a un acto de «desobediencia».