Entrevista | Premio camba de periodismo
Ignacio Camacho: «A Campmany o Umbral no se les llega a la altura de los zapatos»
Por segundo año consecutivo, una firma de ABC recibe este prestigioso galardón que conceden Afundación y Ámbito Cultural de El Corte Inglés
—La primera, de manual. ¿Qué se siente?
—Un honor grande. Me presenté al Camba por lo que representa un premio con ese nombre. Es acogerte a sagrado, por prestigio, por la lista de ganadores y por lo que significa para la Casa de ABC.
—¿Por qué eligió este artículo?
—Era un artículo muy literario. Cuando me presento a un premio de articulismo procuro no enviar un posicionamiento ideológico. El 90 por ciento de mis artículos son de política. Este es un ejercicio de estilo, una glosa sentimental y cultural de un mito del cine.
—¿Está el articulismo «secuestrado» por la política?
—La temperatura del periodismo la da la política. En un país como el nuestro en el que el articulismo tiene una tradición muy gloriosa de literatura, aunque los tiempos modernos conducen hacia otra demanda, es una obligación de los columnistas ser relativamente fieles a esa tradición que ha engrandecido al oficio. Con el debate tan intenso e inmediato de las redes, nuestro trabajo es de análisis político, social e ideológico. Debemos dedicar ese trabajo a la segunda velocidad del periodismo, la glosa cultural y de costumbres, lo que hacían los maestros Camba, Fernández Flórez o Umbral.
—Un artículo no cabe en 150 caracteres. Una noticia tampoco.
—No cabe ni un pensamiento bien expresado. Yo no tengo cuenta en Twitter. Ortega decía que las ideas complejas necesitan expresiones largas, y yo lo suscribo. La sociedad actual es muy inmediata y volátil, pero hay que contribuir en lo posible a un pensamiento un poco más profundo. El articulismo es una especie de ensayo urgente, pero sí necesita tres párrafos.
—Su «Raya en el agua» ocupa el espacio del maestro Campmany. Eso debe pesar.
—Honor que me hace el periódico. Yo era director de ABC cuando falleció. Durante once meses no supe cómo sustituirlo. Ni se me pasaba por la imaginación que Zarzalejos me iba a pedir que lo sustituyera yo. El peso es grande. Hago lo que puedo y ya llevo diez años, gracias a la benevolencia de los lectores y la generosidad del periódico. A Campmany, como a Umbral, los dos últimos gigantes muertos, no se les llega ni a la altura de los zapatos. El tercer gigante está vivo y es Alcántara.
—¿Vive el periodismo sus horas más bajas?
—En absoluto. El periodismo es un oficio universal, contemporáneo, contamos a la gente lo que le pasa a la gente. Por mucha red social y espontaneismo que haya en la sociedad de la comunicación moderna, el periodismo es un intermediario cualificado, un técnico en hechos, en relatarlos y analizarlos, igual que los hay en medicina, derecho o arquitectura. Creeré en el periodismo ciudadano cuando haya abogacía ciudadana o arquitectura ciudadana.
—¿Se confunde en nuestros días opinión e información?
—No estoy demasiado seguro en esa clásica distinción anglosajona. Creo que, en la sociedad mediterránea y desde luego la española, un periódico se construye a partir de una cierta visión del mundo, ideológica, moral y cultural. Nosotros hacemos un relato de los hechos que está inspirado en esos valores y es imposible disociarlo. Y eso de la opinión y la información es una división formal para facilitarle al lector la comprensión de ese relato, de ese análisis de la actualidad. Pero desde los titulares de la portada hay una visión analítica y opinativa. El primer editorial de un periódico es el titular de la portada. El New York Times también hace una selección editorial de sus temas, y eso es «opinión». Lo otro es una división más informal que hacemos para que el lector distinga.
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