Cuando el voto hay que «rogarlo»
La obligación de los votantes en el extranjero de pedir el sufragio genera polémicas en cada cita electoral
Tras cada cita electoral se reaviva la polémica sobre cómo se debe ejercer el derecho a voto desde el extranjero . Ante las sombras de fraude y acusaciones de manipulación que suscitaba el anterior modelo, donde los emigrantes recibían la documentación y la devolvían casi como de una carta corriente se tratase, el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero introdujo una reforma en 2011 por la que los españoles se verían obligados a «rogar» su derecho al sufragio. De este modo, cada registrado en el exterior debe pedir los formularios para poder votar.
Pese a que los responsables políticos de diferentes partidos coinciden en que la modificación se realizó con un «criterio positivo» para corregir las posibles irregularidades, el nuevo modelo también genera controversias por el exceso de burocracia que provoca que muchos votos se queden por el camino. De igual modo, la participación ha caído de modo espectacular en los últimos comicios, pasando de un 30% en las autonómicas gallegas de 2009 a menos de un 3% en las pasadas municipales, en una Comunidad con unas 400.000 personas con derecho a voto, con lo que el problema se acentúa frente a otras españolas.
La diputada gallega Carmela Silva, también socialista, propuso en el Congreso de los Diputados en las pasadas semanas una nueva reforma para enmendar la de Zapatero y eliminar el voto rogado. La respuesta del PP ha sido instar a los grupos de la oposición para que promuevan cambios a fin de lograr un nuevo reglamento electoral con el mayor consenso posible, aunque se descarta que las modificaciones vayan a llegar antes de las generales.
El secretario xeral de Emigración, Antonio Rodríguez Miranda, señala a ABC que el principal problema del voto rogado son las trabas administrativas que presenta y denuncia que «si en los países europeos ya es una Odisea lograr votar, en Latinoamérica es casi imposible» . En este sentido, también señala que «cuando votar es tan complicado, también es una forma de conculcar este derecho que no deberíamos permitir que se produjese en pleno siglo XXI».
En el extremo opuesto se manifiesta la diputada del BNG en el Congreso, Olaia Fernández Davila, que aboga por mantener el sistema actual ya que asegura total limpieza en el proceso . «Creemos que en el voto exterior debe haber, al menos, las mismas garantías que en el voto por correo, y el modelo actual lo permite», recalca.
Camino a la urna
Pese a que entre los diferentes grupos el diagnóstico de la situación y la conveniencia de mantener el voto rogado varía, sí existe acuerdo sobre hacia dónde deben encaminarse los pasos que debería dar una hipotética reforma y, sobre todo, en no volver en ningún caso al modelo anterior. La coincidencia radica en la necesidad de avanzar hacia el voto en urna , algo que señaló el Parlamento gallego por unanimidad en 2008 y recuerda ahora el responsable de Emigración, que apunta que «Galicia siempre fue coherente» en esta cuestión y aboga por que «los ciudadanos tengan el mismo trato en el exterior que en el interior».
Rodríguez Miranda apunta al espíritu que deben albergar los cambios, si bien se muestra consciente sobre las precisiones técnicas que deben acometerse para que el voto pueda ser depositado de este modo. Sobre esto indica, a modo de ejemplo, que sería necesario estudiar la ubicación de los diferentes puntos de votación , pero ilustra con la vasta red de embajadas, centros gallegos o sedes de asociaciones de las que se podría disponer. De la misma manera, se pone sobre la mesa la posibilidad de desarrollar algún tipo de sistema de voto telemático.
Algo más problemática podría ser la creación de la circunscripción electoral exterior que propuso Carmela Silva en el Congreso, ya que implicaría una reforma de la Constitución que hoy no parece contemplarse.
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