EL GARABATO DEL TORREÓN
Mondoñedo imparte docencia
El discurso de la alcaldesa Elena Candia estaba perfectamente medido en extensión, contenido e intenciones
Por aquello de que el prójimo de la gorra está dispuesto a pasarse por el arco de triunfo cuantas obligaciones de alcalde constitucional le causen fatiga, corrió turno la rueda de delegados del Antiguo Reino de Galicia en la tradicional ofrenda al Santísimo en la catedral de Lugo. En consecuencia, «volvió Mondoñedo por el Reino», dicho con expresión de Álvaro Cunqueiro . Y eso salieron ganando los presentes en la ceremonia, admirados por el magnífico parlamento de la cuasi improvisada oferente, Elena Candia , brillantísima en el desempeño de su papel de delegada regia. Con un discurso perfectamente medido en extensión, contenido e intenciones, la alcaldesa Candia consiguió incorporar una novedad en el rutinario protocolo de la solemne ceremonia: la del aplauso de los asistentes, quienes exteriorizaron así la aceptación de un parlamento claramente ilustrativo del significado de un acto que trasciende el baratillo la de la mera santurronería. Una alocución, además, impecable desde el punto de vista formal.
Conserva el arriba firmante, como oro en paño, un ejemplar (tal vez el único) del «Ceremonial de las funciones religiosas que tiene en Ayuntamiento [ de Lugo ]», donde quedaron anotados con puntos y comas los discursos de los sucesivos comisionados para la solemnidad de la Ofrenda, desde 1864 hasta 1945. No desmerece el mensaje de la alcaldesa Candia de los mejores allí recogidos; un nivel, por otra parte, exigible para el acto central de una celebración que desde el año 2000 (quizá proceda refrescar la memoria) está declarada Festa de Interese Turístico.
Volvamos, como solemos, a Cunqueiro , tantas veces presente en Lugo el domingo de la infraoctava del Corpus, y recordemos aquella teoría suya, más de una vez constatada, de que, con el rito de la Ofrenda, la Galicia de nuestros días recuperaba, siquiera por un momento, todo el sentido y la emoción de su antiguo reino, «corona y poder noblemente nacidos». El de la gorra discrepa.
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