Almodóvar rompe el «Silencio» de Redes en el inicio de su rodaje
El manchego revoluciona la tranquila vida de la parroquia marinera en el primer día de filmación, con muchos curiosos y actores famosos

El rodaje comenzó a primera hora de la mañana. Todo estaba preparado, y al final salió como se esperaba. Era la primera jornada de una intensa grabación de tres repartidas entre las localidades coruñesas de Redes y Mugardos. Días antes ya empezó a hacerse visible que algo iba a pasar en la apacible aldea, y el aviso se convirtió en un hecho real cuando ayer ocho camiones ocuparon la plaza central del pueblo y las estrellas desfilaron hacia la casa elegida para recrear la nueva historia de El Deseo. Nada se había dejado a la improvisación, e incluso la curiosidad previsible que despiertan los actores, también estaba en el guión.
Pasadas las nueve de la mañana, el director Pedro Almodóvar, junto a alguno de los protagonistas de la película, posó para la prensa. La estética, aunque fácil, tenía aspecto de provisional. Adriana Ugarte, Daniel Grao y Rossy de Palma deberían revestirse con el atuendo necesario para recrear el guión del manchego. Grao se enfundó una camisa de grandes cuadros de distintos azules metida por dentro del pantalón. Adriana Ugarte llevaba una peluca rubia... Ambos salían y entraban de la casa con un niño en brazos y montaban en un aparatoso taxi, modelo Mercedes, para dirigirse a cualquier destino no revelado. También aparecía en el reparto un perro pequeño que era guiado con destreza por los auxiliares de producción.
La casa del rodaje, con jardín con valla, estaba protegida, pero las miradas indiscretas pudieron escrutar la decoración que se escondía tras dos grandes puertas blancas de madera. En el recibidor había dos fotografías en blanco y negro de los abuelos, también apliques en las paredes y muchas puntillas. Grao no paraba de entrar y salir con el bebé en los brazos, mientras se escuchaban de manera constante, y en modo letanía, «silencio se rueda». Nadie debía atravesar el límite que marcaban los servicios de protección civil e incluso los vecinos sufrían restricciones para entrar en sus casas.
En medio de todo el operativo, Mercedes y su marido Antonio, habitantes de la casa cubista y azul, ejercían de cicerones para ABC. Se sentían cómodos, sabedores de que su pueblo se había convertido en un lugar para el cine de culto, y mostraron con agrado rincones para comprobar detalles que se escapan si uno no detiene la mirada. Y es que Almodóvar volvió a un lugar que le enamoró y consiguió la complicidad de los habitantes. Muchos de ellos colaboraron como extras, y el salario de 150 euros que recibieron casi compensa las esperas y las repeticiones motivadas por la buscada perfección del director manchego.
Los vecinos no dejaron de pasearse a lo largo de la jornada. Subían y enseñaban y se mostraban satisfechos tras fotografiarse con Daniel Grao o tras reconocer a Rossy de Palma. Algunos intercambiaban sus nombres para enviarse fotos y los más buscaban información para transmitirla a parientes y amigos. Muchos de ellos confirmaron que había una barca, una vespa y una red de pesca que podía ser utilizada de un momento a otro.
Y mientras la película cotidiana se pasaba en vivo, los actores profesionales respondían a las órdenes de un director que esta vez trabaja el silencio.
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