La encrucijada del PP gallego
El varapalo de las municipales aboca a una profunda renovación condicionada por la incógnita sobre el futuro de Núñez Feijóo
Mariano Rajoy es poco amigo de los cambios improvisados para impresionar a la opinión pública. Feijóo es de su misma escuela . Bajo ese prisma de que todo lo que haya de cambiar tendrá que ser fruto de la meditación y el consenso, el PPdeG afronta meses cruciales para rearmarse tras el varapalo de las pasadas elecciones municipales y pertrecharse para concurrir dentro de un año con garantías para revalidar las autonómicas , esquivando en la medida de lo posible las negras perspectivas de las generales de después del verano.
El resultado del 24-M no sólo va a forzar la renovación en muchos municipios donde se han perdido alcaldías, sino también subir un peldaño en ese cambio de caras hasta los estamentos provinciales. Diversos dirigentes contactados por ABC no esconden esa necesidad, si bien advierten que deberá ser un proceso ordenado y en los tiempos adecuados .
« La marcha de un presidente provincial ahora puede alentar a la desbandada de muchos presidentes locales, y eso desarmaría el partido para la movilización de las elecciones generales», unos comicios que casi todas las fuentes consultadas coinciden en ver muy difíciles por el previsible castigo a « la marca PP ». «Si el resultado no ha sido peor es porque los alcaldes tienen un plus respecto a la valoración genérica del partido», apuntan.
Los escenarios de renovación provincial son tres: Lugo, La Coruña y Pontevedra . El propio PPdeG no ha descartado que la renovación afecte a todos sus dirigentes, por lo que en estos tres aparatos podría haber relevos, sobre todo en Lugo y Pontevedra, donde José Manuel Barreiro y Rafael Louzán acumulan casi tres lustros de mandato, muchos de notable éxito electoral. En La Coruña todo dependerá de lo que decida Carlos Negreira sobre su futuro, el dirigente provincial más reciente de los tres. «En cualquier caso, los relevos no se harían antes de las generales», indican las distintas fuentes consultadas.
¿Y Feijóo?
Tras el negro escenario salido de las autonómicas, todos en el PP señalan a Alberto Núñez Feijóo como el sucesor natural de Rajoy: es el único barón que mantiene una mayoría absoluta, acumula dos victorias electorales y no está salpicado por ningún escándalo de corrupción que cuestione su honorabilidad —a pesar del intento de hurgar en su pasado de la oposición política y mediática—. Feijóo acabará en Madrid . Nadie ya lo duda. El partido en Galicia ha encarrilado el proceso sucesorio, programando un congreso regional previo a las autonómicas que, con toda probabilidad, entronizará al nuevo candidato a la Xunta. Pero ¿cuándo será el salto?
El escenario que se abre es triple. El primero sería una llegada inminente, aprovechando la remodelación de Gobierno que Rajoy parece haber dado por segura. Feijóo podría situarse de ministro lo que resta de legislatura y estar ya en Madrid para lo que ocurra después de las generales. La segunda opción sería que Feijóo ocupara un puesto en las listas del PPdeG para las generales, y hasta entonces continuara presidiendo Galicia. Poco probable, toda vez que traslada la imagen de un dirigente autonómico que queda reducido a mero aspirante a diputado.
Y la tercera, que todo se quede como está hasta que se celebren las generales y se pueda observar el campo de batalla resultante. Una objeción: Feijóo estaría fuera del Congreso y, todo lo más, podría entrar en las Cortes a través de una designación autonómica como senador, una vía que diluiría la necesaria labor de oposición a un hipotético presidente socialista.
Todo está, como de costumbre, en manos de Rajoy. Y mientras no mueva ficha, Feijóo no alterará un ápice el discurso que ya expresó el jueves tras el Consello de la Xunta: no aspira a ser ministro sino a presidir Galicia. No saldrá de su boca una sola frase que alimente las continuas elucubraciones que se confabulan desde Madrid acerca de su futuro.
Probablemente porque mientras todo parece que no se mueve, por detrás ya se esté configurando el que será el nuevo PPdeG, que necesitará de un presidente y un secretario general, que habrá de incorporar nuevas caras y, con toda seguridad, dar un salto generacional similar al que en 2006 permitió al partido pasar la página del fraguismo sin mirar atrás.
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