CRÓNICAS Atlánticas
Premio al insulto
¿De verdad la solución es apostar por un hombre, Gonzalo Jácome, que utiliza la agresión verbal como arma política?
El resultado que más me sorprende, de todos los de las municipales del pasado domingo, es el de Orense, y no porque Jesús Vázquez haya quedado por debajo de la mayoría absoluta, ni porque se haya despeñado el PSdG de Vázquez Barquero, ni siquiera por la entrada de Podemos o la desaparición del BNG, sino por los ocho concejales que ha obtenido Gonzalo Jácome.
En tiempos revueltos, de enfado popular, es habitual que suban las opciones localistas, pero Democracia Ourensana lo que hace no es agitar la bandera de un supuesto trato injusto de otras administraciones con la ciudad, sino insultar y faltar al respeto a los contrincantes políticos.
Entiendo que los ciudadanos estén enfadados, entiendo el hartazgo del votante socialista por los problemas judiciales de los suyos, que los del PP pidan renovación en toda la provincia y que no acepten que los cargos se hereden, o que los del Bloque no acaben de sentirse cómodos en el corsé de la UPG, pero ¿de verdad la solución es apostar por un hombre que utiliza la agresión verbal como arma política?
Su actitud, además, no viene de la campaña electoral, no es ninguna sorpresa: ya durante la pasada legislatura hizo gala del máximo desprecio por sus compañeros de corporación e incluso se dedicó a ventilar chistes —sin ninguna gracia— sobre la vida personal de sus adversarios.
Jácome ha aprendido que todo vale y que cuanto más grite y más falte al respeto al que tiene delante... ¡más votos recibe! Antepone el espectáculo y el chiste grosero a la búsqueda de soluciones, y el problema viene cuando el único que puede ponerle freno, que es el electorado, lejos de darle la espalda lo ha premiado con una subida de seis concejales. Vivimos tiempos revueltos, los ciudadanos estamos enfadados, pero debemos aprender a ser exigentes con nuestros representantes. No vale cualquier cosa.
No hablo de las propuestas de Democracia Ourensana, que son legítimas y no dudo que muy acertadas, sino de su actitud, de su comportamiento. Si el político no respeta a sus contrincantes ¿alguien espera que vaya a respetar a los ciudadanos?