El milagro de la música

Cada año por estas fechas toda Galicia asiste, entre asombrada y envidiosa, a un milagro que se viene obrando en la ciudad de Lugo desde pronto hará medio siglo. Es el milagro de la Semana de Música del Corpus Lucense, que cumple ahora la cuadragésima tercera edición de un ciclo iniciado en 1970 y sólo interrumpido por la imperiosa fuerza mayor de la carencia presupuestaria, corolario a su vez de una drástica eliminación de los apoyos económicos que venía recibiendo de la Administración central y que llegaron a ser ciertamente rumbosos cuando Ramón Falcón, lugués ilustre de Castro de Rei, desempeñó la subdirección general de Bellas Artes. Pero tales avatares quedan ya lejos y forman parte del anecdotario de un acontecimiento «incorporado a los más brillantes del calendario musical del país», por recordar palabras de Anto

nioFernández-Cid en este periódico. El milagro de organizar cada año un festival con figuras de relieve mundial (el próximo día 29 nos espera Ivo

Pogorelich, el grandísimo pianista croata) es posible gracias al esfuerzo, no pequeño, del Concello de Lugo y a la admirable capacidad gestora de la veterana Sociedad Filarmónica, capaz, además, de sacar adelante desde hace setenta años su propia temporada, convocatoria irrenunciable para los melómanos lucenses, quizá no muy numerosos pero sí fidelísimos.

La magnitud del milagro musical del Corpus se agranda si se considera que la asistencia a cada uno de sus conciertos (once en la presente edición, a los que hay que añadir otros cuatro de un reciente pero ya pujante Festival Internacional de Órgano) es completamente gratuita, condición que, nos atrevemos a decir, otorga a esta Semana carta de exotismo entre sus homólogas en España, que se extienden de Cuenca a Cadaqués y de Santander a Granada. Por lo dicho, es de suponer que su permanencia esté garantizada, sea cual fuere el grado de sordera que afecte a los gobernantes locales que impongan las urnas el próximo domingo.