Entrevista
Sonia Rodríguez-Campos: «La función social de la Egap es ahora más visible que nunca»
La directora de la Escola Galega de Administración Pública celebra la acogida de los cambios que han modernizado este organismo
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Después de casi tres años al frente de la Escola Galega de Administración Pública (Egap), Sonia Rodríguez-Campos celebra la aceptación de los cambios con que este organismo se ha modernizado.
—En un momento en el que se habla tanto de nuevas formas de entender la administración y lo público parece que la Egap tiene mucho que decir.
—La administración ha tenido que modernizarse y adaptarse a las circunstancias y la Egap juega un papel clave. Por eso la Escuela ha venido desarrollando desde 2013 un programa formativo que trasciende el tratamiento tradicional con un enfoque más práctico a través de cursos para mejorar la comunicación con el ciudadano, la organización del trabajo, la mejora de las habilidades del personal... El cambio ha tenido una demanda altísima. Además, hemos hecho extensible la formación a colectivos que hasta ahora no accedían a ella.
—¿Por ejemplo?
—El personal de la administración local, para el que la formación se ha multiplicado por diez, el de las universidades o el de la administración institucional y de los entes instrumentales de la Xunta. El objetivo ha sido convertir la Escuela en una casa de cristal con las puertas abiertas a todo el que tenga interés en aspectos de actualidad relevantes e incidentes en el funcionamiento de la administración o en cuestiones cotidianas del personal a su servicio. Y más allá de las temáticas, hemos impulsado la formación online y la autoformación, que permite acceder a contenidos cuándo y dónde se quiera y decidir después si se examina para obtener la acreditación de competencias.
—¿Vivir entre incertidumbres ha propiciado que el empleado público se acerque más a toda esta formación?
— La crisis que hemos estado atravesando ha comportado una catarsis en las funciones que debe asumir el personal público y ha hecho necesaria más que nunca una administración al servicio del ciudadano; entender qué implica eso de la racionalización; qué se debe priorizar; nuevas técnicas como la contratación electrónica… En ese aspecto, la formación se ha vuelto esencial a la par que la crisis se ha hecho evidente.
—¿Está costando romper inercias?
— Estoy muy sorprendida con el nivel de aceptación de los cambios. Daba por supuesto que el personal al servicio de la administración sólo se acercaría a la Egap en la medida en que los cursos pudieran baremar o puntuar para traslados y a los seis meses de llegar a la dirección me di cuenta de que la mayor parte de los cursos tiene una demanda altísima. Eso demuestra que el acercamiento es voluntario. De hecho, los gastos de la Escuela en publicidad son mínimos y, en cambio, tenemos una media de tres solicitudes por plaza.
—¿Por dónde van los contenidos?
— Hay un propósito de ampliar el concepto de la Egap como escuela tradicional de formación con dos vertientes más: un centro de acreditación de competencias y un foro de debate sobre políticas presentes y otras que se atisban en un futuro próximo. Aspectos diversos de los que se habla a diario en los medios: la reforma del Estado, de la administración local, la corrupción y los modos para prevenirla, los límites del derecho a la información... En las observaciones de las evaluaciones nos escriben comentarios como «no sabía que en la Egap se organizaran este tipo de cursos». Lo que más me llama la atención es que la oferta se haya vuelto atractiva sin apenas publicidad. Apenas verán a la Egap anunciándose, pero su función social es ahora más visible que nunca. Se ha convertido en un lugar cercano donde la gente expresa opiniones, entiende ciertas políticas que siempre tienen una razón de ser aunque a veces no sea fácil de ver. Esto comporta una notable empatía con la sociedad en general, en particular con el personal de las administraciones.
—¿Hay temas de transparencia, códigos éticos, administración electrónica y similares con especial demanda?
— La Egap tenía que explicar, por ejemplo, cómo se materializa la transparencia para los ayuntamientos. Nos interesa que sus empleados vean qué comporta. Hay determinados temas como los relacionados con la corrupción que das por supuestos que van a interesar, pero hay otros menos llamativos o más arduos como la reforma de la administración local que llenan el salón de actos. Eso demuestra que en España a veces somos demasiado pesimistas con nosotros mismos, que el funcionario sólo se va a mover por intereses como el baremo de un concurso. Desde la Egap estamos comprobando que no es así. En este clima tan escéptico que hemos vivido por las condiciones económicas, nos ayudaríamos a nosotros mismos siendo un poco menos pesimistas.
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