EL GARABATO DEL TORREÓN

El pasado permanente

Los postulantes Orozco y Castiñeira, exhalantes de un irrespirable olor a alcanfor, se acompañan de veinticuatro fósiles

juan soto

Leí, cuando chico, una novela de Vladimir Korolenko, uno tantos rusos del XIX que tuvo aquí su relámpago de gloria. Retengo su título: En mala compañía. Y no logro sacudírmelo desde que las listas han salido a plaza. Pienso en los dos grandes partidos que pugnarán, como desde aquel lejano abril de 1979, por la hegemonía municipal en Lugo. Sus encabezantes ya forman parten del poso identitario de la monotonía local. Llevan tanto tiempo emplazados en sus respectivas posiciones que han conseguido conjurar el riesgo de la decepción: dado que los ciudadanos nada esperan de ellos, es imposible que se sientan defraudados por ellos.

Y consecuentes con su propia petrificación, los postulantes Orozco y Castiñeira, exhalantes de un irrespirable olor a alcanfor en rama, se hacen acompañar de veinticuatro fósiles repartidos en sendas reatas.

Quizá algunos de estos apolillados espectros pudieron despertar, en cierto olvidado día, una tibia y lejana esperanza de lozanía. Pero los años y el desánimo se encargaron de convertir aquella ilusión en ajada arqueología local.

El caso del pretendiente a perdurar al frente de la oposición municipal es, si cabe, todavía más deplorable que el del plurimputado. Ante la imposibilidad de reclutar voluntarios dispuestos a la guillotina, el tradicional aspirante del PP no tuvo más remedio que remendar la lista con camisas viejas. La mercancía más reciente lleva cuatro años en el escaparate. Pero no faltan los postulantes con el trasero encallecido tras varios cuatrienios en el consistorio.

Las súplicas de voto por parte de esta gente sitúa al ciudadano ante una perplejidad de orden geográfico/conceptual. ¿La acumulación de tales reliquias es fantasmagoría o resurrección? ¿Un caso de inmortalidad o de obcecación? ¿Un homenaje del partido a los científicos de Atapuerca? ¿El pasado que vuelve: como la famosa pieza de Unamuno? No: no se ha ido nunca.

El pasado permanente

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