Galanes de balcón
Mandolinas, laúdes y guitarras recorren Ferrol en la esperada Noche de Pepitas

Apesar de que las previsiones amenazaron durante la semana con lluvias para la tarde y noche, e incluso cayó alguna tímida gota durante el día en la ciudad, ni el tiempo parece querer aguar una fiesta única en España con sello puramente ferrolano. El centro es un hervidero de personas guiadas por la música de mandolinas, laúdes y guitarras que acompañan a unas voces inconfundibles y van siguiendo el recorrido de las rondallas.
La tarde empezó a las cinco, con un acto institucional en el Teatro Jofre, pero todo el mundo coincide en que lo que realmente refleja su esencia es pisar la calle, cantar a las mujeres que encuentran a su paso y a las que observan desde los balcones. Unas tímidas, otras más acostumbradas, pero todas encantadas de ser partícipes de una tradición que, con más de cien años de historia, parece hoy más viva que nunca. Ferrolanos y visitantes se arremolinan alrededor de unas agrupaciones que no sólo cantan los ritmos típicos del festejo como el vals y la danza, sino que también amenizan el desfile con rancheras, boleros o grandes éxitos adaptados a su estilo que hacen que los espectadores se arranquen a cantar y bailar.
Además de estos comportamientos espontáneos, la Noche de Pepitas tiene buena parte de ceremoniosa. Uno de los grandes símbolos es la madrina de cada grupo, homenajeada a cada paso del recorrido. En alguno de los puntos, se le pide que se suba a un balcón para ser rondada y desde allí arroja a los músicos pétalos de flores. Otra de las costumbres es el reparto de los típicos «bicos», unos bizcochos rellenos de crema de naranja y bañados de chocolate que se comercializan para la fecha.
El camino termina para las ocho agrupaciones en la Plaza Amboage, en la que se coloca una carpa para que desde las 20.30 horas toquen las tres composiciones que han preparado este año. El recinto no se llena del todo hasta pocos minutos antes de que empiece el espectáculo, pues los rezagados quieren aprovechar el paseo hasta el último instante.
Tras el certamen, pasada la medianoche vuelven las agrupaciones a llevar sus canciones a las vías de la ciudad departamental. La algarabía del público de la tarde se convierte en un silencio solemne que hace del fin de fiesta uno de los momentos más especiales. Los expertos opinan que es el momento en el que mejor suenan la música y las voces, cuando las rondallas de casa sacan lo mejor de sí, como si hubiese que aprovechar cada minuto para dejar el mejor de los sabores de boca. Al retirarse, ya sólo queda contar los días para volver a los ensayos y a las horas de preparativos para poder gozar de la próxima Noche de Pepitas.