PAZGUATO Y FINO

La zafiedad

Lo de Beiras exige que alguien le diga que lo deje y se vaya de una vez

j.l. jiménez

No es la edad, es el ansia de protagonismo, la necesidad de dar que hablar, la insoslayable urgencia por verse en los periódicos de la mañana. El problema radica en que cuando uno no es noticia por lo que propone lo acaba siendo por lo que rompe, y en el caso de Xosé Manuel Beiras, son las mínimas normas de educación, de respeto hacia las instituciones y el mismo sistema democrático que sirve para que sea elegido por los gallegos como parlamentario autonómico.

Decir que «la yihad está en la Moncloa», por mucho histrionismo que deba descontársele al personaje en cuestión, es comparar a Mariano Rajoy con las milicias que asesinan y torturan a seres humanos, lo graban en vídeo y lo cuelgan en internet para solaz suyo y de su caterva radical.

Existen líneas rojas en política. Beiras las ha cruzado todas con abierta inquina, empleando como carburante el odio hacia quien le ha ganado limpia y democráticamente siempre en las urnas. La política de la venganza, la llaman. Tiemblen si alguna vez consiguen catar poder él o su casta.

La culpa, en buena parte, es de nosotros los medios que hemos convertido la oposición parlamentaria en un «Sálvame» cualquiera, donde el titular se lo llevan los rebuznos y no las propuestas. Quizás porque de éstas hay pocas y de aquéllos demasiados. Pero basta ya. Lo de Beiras es abiertamente indigno y exige que alguien —ya sea Yolanda Díaz o el alcalde tránsfuga de Teo— le digan que ya está bien, que lo deje, que no cabe más zafiedad en la política. Que lo deje y se vaya. De una vez.

La zafiedad

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