Pazguato y fino
Ayer tocaba el scooter
Crespo ha comprado el discurso tóxico de la oposición e insinúa que hay personas sin investigar
Llegó el momento de dejar las amenazas veladas, las insinuaciones, las medias verdades y el chalaneo. Comenzaba el proceso para aclarar la «operación Zeta» , en el que Gerardo Crespo tenía que poner encima de la mesa pruebas que refutasen el sumario judicial que le sitúa como el epicentro de una trama que captaba subvenciones para la formación con las que, presuntamente, se lucraba. Y esa no era sólo la impresión de la Policía, sino también la de sus propios empleados que, en las escuchas que publicó ABC , tenían esa misma consideración acerca de las actividades de su jefe.
No ayuda nada a aclarar este embrollo si un día dice una cosa y al siguiente la contraria, si cuando saltó el escándalo jugó la baza del pobre empresario arruinado injustamente, arrojado al arroyo sin cuatro duros para un mal afeitado, y ahora recuperamos el traje, la gomina, el scooter y demás escenografía. Quien no tiene nada que ocultar no se niega a declarar, sino que se sienta con el juez y le aclara punto por punto las dudas generadas por el sumario.
Crespo ha optado por hacerse trampas a sí mismo y comprar el venenoso discurso de la oposición y de algunos medios de insinuar que hay terceras personas sin investigar. Como quien para excusarse de lo propio necesita ensuciar al ajeno, una conducta lógica de conciencias limpias.
En todo caso, si Crespo quiere recuperar ese lujoso nivel de vida del que disfrutaba cuando prestaba esos maravillosos cursos de formación tan libres de toda sospecha, yo le recomendaría que tomara nota de la mujer de Castiñeiras y del electricista. Remendando y cambiando enchufes uno se puede hacer rico.
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