«Si no eras de la casa, era imposible llegar a la cámara del "Códice Calixtino"»
El hoy director técnico del museo echó también en falta algunos documentos, mientras que su predecesor afirma que el cabildo decidió prescindir del electricista por necesidades técnicas del santuario

Pocas novedades en el juicio del «Códice Calixtino» en la sexta y breve jornada celebrada este jueves, en la que han declarado cuatro testigos solicitados por la defensa. Dos de ellos fueron canónigos mientras el ladrón confeso, José Manuel Fernández Castiñeiras, trabajó en la Catedral de Santiago; otro más fue rector del seminario de Santiago y el cuarto es el actual director técnico del museo.
Fue este último quien, a preguntas de la abogada del acusado, explicó que «si no eras de la casa, era imposible llegar a la cámara del "Códice Calixtino" porque hay 4 ó 5 puertas cerradas con llave». Ramón Yzquierdo afirmó, además, que echó en falta documentación del museo, como borradores de proyectos. De hecho, llegó a optar por entregar copias cuando tenía que despachar con el exdeán del santuario José María Díaz para evitar que acabaran extraviados.
A los sacerdotes Ramiro Calvo y Alejandro Barral se les han mostrado numerosas facturas -cuyo descontrol por parte de la letrada ha llegado a desesperar al juez- abonadas a Castiñeiras para que reconocieran su firma. El primero ha explicado que si el ahora sospechoso «veía deficiencias, las arreglaba». Barral, por su parte, ha recalcado que el electricista no era alguien de plantilla, sino que trabaja como autónomo. «Yo era partidario de que, con todas las necesidades técnicas que requería la Catedral , se precisaba una atención 24 horas», de ahí que se pensara en que Castiñeiras dejara de prestar sus servicios, una decisión tomada por el cabildo.
El exrector del seminario sembró dudas sobre la validez de un contrato en el que reconoció su firma, pero aseguró que no lo había rubricado él y que, además, el sello no era el que en aquellos momentos utilizaba la institución religiosa que dirigía. Sostuvo que Castiñeiras quiso, en balde, que él «avalara ese contrato»
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