A las puertas del juicio: dos años en blanco en la vida del ladrón del Códice
Lejos del municipio donde escondió el valioso botín, Castiñeiras espera el inicio de dos procesos en su contra

El próximo 31 de enero se cumplirán dos años desde que el autor confeso del robo del Códice Calixtino abandonó la cárcel de Teixeiro , en la que estuvo ingresado cerca de seis meses tras el hallazgo del libro en julio de 2012. Manuel Fernández Castiñeiras celebrará este amargo aniversario declarando ante el tribunal encargado de juzgar uno de los robos más mediáticos de la historia española, por el que el exelectricista se enfrenta a una petición de 18 años de prisión por parte de la Fiscalía y una multa de 300.000 euros. Antes, el ladrón confeso deberá saldar cuentas con sus vecinos por la presunta sustracción de correspondencia ajena en un juicio que arrancará este jueves y por el que Castiñeiras se expone a nada menos que 243 años de cárcel y a una multa superior a los dos millones de euros.
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Obligado a comparecer cada lunes en los juzgados de Santiago, éstos han sido dos años en blanco en la vida de Castiñeiras, que abandonó el municipio en el que residía sin dejar rastro. En Milladoiro —una localidad de 12.0000 habitantes situada a tres kilómetros de la capital gallega— nadie ha vuelto a ver a Manuel ni a su hijo, también salpicado por las presuntas actividades ilícitas en la Catedral del cabeza de familia. Quienes compartían rellano con el menor de los Castiñeiras reconocen que tras el escándalo no regresó al piso en el que vivía, situado frente al garaje donde apareció el Códice. La que sí vuelve una vez a la semana a Milladoiro es la esposa del acusado, a la que — según relatan los vecinos— «se la ve salir de su casa los miércoles siempre antes de las 8 de la mañana». Un horario alejado de la rutina diaria de esta pareja de sexagenarios, que saltó por los aires tras la resolución de un imbricado caso cuya investigación se dilató durante más de un año.
La tentación de alardear
Aunque muy celoso de su intimidad, en un local próximo al trastero que el ladrón eligió para almacenar parte de su botín confiesan que, en alguna ocasión, a Manuel le pudo la tentación y alardeó en público de la cuantía de los billetes que guardaba en la cartera. Gestos —explica un cliente— que eran rápidamente corregidos y recriminados por su esposa. Más allá de estos imperceptibles destellos, nada hacía pensar a quienes compartían el día a día del electricista que estuviesen ante el protagonista de un robo de semejante calado. «Era un hombre callado y que hablaba poco, pero su mirada era extraña», describe uno de sus compañeros de barra. Taciturno y solitario, la rutina de Castiñeiras guiaba sus pasos cada mañana hasta la misma cafetería, en la que siempre pedía un café con leche y azúcar, previo paso por el casillero donde se guardan los periódicos. «Los leía todos los días, pero nunca hacía ningún comentario», recuerdan en el establecimiento que más frecuentaba Manuel. También gustaba de tomar una copa de Albariño, mezclando siempre mitad frío y mitad del tiempo.
Tras su encarcelamiento y posterior liberación nada ha vuelto a ser lo mismo en la vida de este hombre obsesionado con la Catedral compostelana. Alejado de su barrio, algunos ubican su nueva residencia en la localidad lucense de Monforte de Lemos. Un municipio ajeno a la presión mediática en el que Castiñeiras podría estar esperando el arranque de un juicio que se prolongará durante más de un mes y por el que desfilarán alrededor de sesenta testigos, muchos de ellos representantes de la curia gallega. A las puertas del esperado juicio, la hora de la verdad para Manuel se aproxima sin que éste cuente con el apoyo visible de nadie. Dos años después —y tras dilatar el proceso a través de la interposición de numerosos recursos— al exelectricista le tocará ahora arrojar luz sobre los pormenores de un robo que a día de hoy sigue generando numerosas incógnitas. Del cómo, del cuándo y, sobre todo, del porqué, serán testigo los juzgados de Fontiñas a partir del próximo lunes 19.