Para nosotros lo quisiéramos

Unas Navidades con dos sonidos: el de los villancicos y el del frufrú de togas en los telediarios. En su calidad de portavoz del Govern, Francesc Hom se explaya en todos los canales y expone curiosas consideraciones político/jurídicas. Afirma que la admisión a trámite de la querella de la Fiscalía contra el presidente Mas y la vicepresidenta Ortega no frenará «el proceso catalán», o sea, la hoja de ruta que desemboca en la proclamación del Estat Catalá, como cuando la balconada de Companys. Ya renglón seguido se deleita con la matraca de los agravios y expolios perpetrados por la madrastra España contra los catalanes. Encabeza su memorial de agravios con el pérfido régimen franquista.

Cuando contemplamos ciertas lloreras patrióticas, a algunos gallegos nos da la risa. Se conoce que hemos vivido una historia distinta a la de estos sufrientes hermanos peninsulares. Y porque somos un poco envidiosos, hemos de reconocerlo. Echamos la vista a la ominosa y nos entra un insano resquemor. ¿Ellos agraviados, zaheridos, humillados, escarnecidos por la execrable dictadura? Ya quisiéramos para nuestro idioma el insulto infligido al catalán cuando desde 1944 se hizo obligatorio (por ley) la inclusión de la asignatura de Filología Catalana en las facultades de filología de las universidades de Cataluña. Cuánto tendríamos que agradecer al general ferrolano si hubiese declarado a Galicia «zona de preferente localización industrial», y los miles de gallegos que tuvieran que emigrar para ganarse la vida en la SEAT de Barcelona hubiesen encontrado aquí un puesto de trabajo. Qué contentos estaríamos con nuestra suerte si la aportación del Estado a nuestra comunidad en los últimos 30 años hubiese sido la décima parte, y no la vigésima, de la entregada a la comunidad catalana.

Ya digo: un duro castigo que los gallegos recibiríamos muy gustosamente sobre nuestras espaldas. Masocas que somos.